jueves, abril 27, 2006

Profundo aroma de óxido y papel

Trabajo, y más trabajo. Apasionante. Batirse contra pantallas, ascensores, enchufes, pent-drives, cafés tomados con la premura y la indolencia de la mañana. Reuniones y teléfonos. Alguna vez pensamos que el trabajo era el contacto con la materia: hoy el trabajo es la codificación y re-codificación del propio trabajo. Un suceso inmaterial, ingrávido, fugitivo, una red, una reasignación de recursos, un juego simbólico de poder y de deseo, una superficie deslizante con el tacto de las fotocopiadoras y el sonido del fax.

Paseo por Málaga amando cada vez más las plantas tropicales. Tienen algo de jugoso, de colchón colorista, de dentallada en lo húmedo. Y el mar, claro está, con su pegajoso aliento. Y por unos momentos de olvidas del metal y del óxido. Mi nuevo trabajo tiene, entre otras, esa ventaja: ser una isla en una microselva.

Estoy algo ausente. Han pasado muchas cosas, que no tengo ganas de comentar. El mundo se monda. Yo me mondo. Como una mandarina. Volveré. Prometo que volveré por estos estratos de la ciberatmósfera.