viernes, febrero 16, 2007

Portero, y de la Torre...

Luis Portero de la Torre, sobrino del alcalde de mi ciudad (Francisco de la Torre, a la sazón ex presidente de la última Diputación franquista), secretario de organización del PP malagueño y candidato -que no cándido- a suceder a Alcaraz al frente de la AVT o, como la llama un amigo mío, Asociación de Vividores del Terrorismo, ha escrito otro artículo en la prensa local cargado de fina ironía, llana franqueza y argumentatio florentina. Nada sorprendente en él, que fue visto frente a la Sede electoral del PSOE cerca de un grupo de energúmenos que arrojaban huevos y objeto contra la Casa del Pueblo.

Para desacreditar la política antiterrorista del Gobierno, Portero comienza citando un libro del prestigioso César Vidal. Como todos sabéis, César Vidal presta sus servicios en la COPE y en varias tertulias televisivas y tiene la habilidad de publicar un libro al mes o más, generalmente sobre la vinculación del PSOE con la mafia masónica...etc.

Señala De la Torre:

1.- Algunos de tan inocuos individuos actúan como si las estructuras del Estado pudieran modificarse a su antojo. Deciden ir contra la estabilidad política del reino, socavan sus instituciones más importantes y sueñan con cambiarlo todo de la misma manera que se vuelve del revés una prenda.

Por supuesto, esos individuos somos los socialistas, que hemos socavado los cimientos del Estado y las instituciones aprobando, por ejemplo, un Estatuto de Autonomía andaluz votado por todos y varias decenas de leyes sociales. Ellos, en cambio, el PP, protegen la estabilidad del Estado politizando a los jueces, judicializando la política, juzgando el 11-M desde púlpitos matutinos, recusando a jueces para tener mayoría en el Tribunal Constitucional, defendiendo a alcaldes y concejales imputados bajo el sólido argumento de que sufren persecución política, promoviendo a empresas extranjeras para evitar que otra catalana se convierta en una energética hegemónica y lanzándose a la calle contra el Gobierno, pero no contra ETA, cuando ETA mata a dos latinoamericanos. Un comportamiento ejemplar y con sentido de Estado.

Continúa un poco más abajo De la Torre (Portero):

2.- Ideas claras y renovadas fuerzas para seguir aguantando el chaparrón del disparatado proceso de paz del Gobierno socialista, una estupidez que no tiene parangón en la historia de la democracia mundial por más que se quiera hacer paralelismos entre el terrorismo de ETA y el terrorismo del IRA en Irlanda.

Yo le recordaría a De la Torre (Portero) una estupidez semejante, por si se le ha olvidado: la negociación que llevó a cabo Aznar con ETA y que derivó en el acercamiento de un buen puñado de presos al País Vasco y la denominación del grupo terrorista como Movimiento Vasco de Liberación.

3.- Por eso, la inmensa mayoría de los españoles de bien están con las víctimas, por eso casi todos pensamos que sentarse a dialogar con los terroristas mientras las bombas y las pistolas permanecen aún humeantes sobre la mesa es un gravísimo error que no sirve sino para humillar a las miles de víctimas del terrorismo que tiene nuestro país.

O yo estoy perdiendo el juicio, o el diálogo se inició cuando ETA declaró "el alto el fuego permanente" y se terminó cuando ETA puso una bomba en Barajas.

4.- He repetido muchas veces que, teóricamente, ese paso podría darse perfectamente con un comunicado público, en el diario Gara si se quiere, en el que los terroristas anuncien que abandonan las armas y se disuelven definitivamente como organización terrorista...

Qué inteligente. Si se disuelven y dejan de ser malos, ¿qué narices vas a dialogar? En un mundo razonable, se dialoga para convencer a alguien de algo. Si ellos mismos experimentasen el milagro de autoconvencerse de todo, ¿de qué hablamos con Josu, Txeroki y demás, del tiempo en Euskal Herria, o del nuevo marco político?

5.- Primero la paz y luego la política, pero hasta que se produzca ese improbable comunicado de la banda terrorista ETA, cualquier buen Gobierno que se precie está obligado a obviar cualquier tipo de diálogo con los asesinos y debe utilizar las leyes, los mecanismos judiciales y policiales, la cooperación internacional y el resto de instrumentos del Estado de derecho para perseguir a los terroristas y meterlos en la cárcel.

¿Ha dejado, acaso, el Gobierno de aplicar el resto de instrumentos legales, mecanismos judiciales, policiales etc contra ETA?

6.- Desde luego, a muchos el sentido común nos dice que la esperanza del fin de ETA pasa por la rectificación del actual Gobierno de España y por la inmediata puesta en marcha de una política que de verdad haga memoria, dignidad y justicia a las víctimas del terrorismo.

A eso se llama memoria selectiva. Porque la memoria que el PP quiere para las mil víctimas de ETA(¿cuándo se han olvidado?) se la niega a los varios millones de muertos a manos del régimen dictatorial y fascista en el que participó, como presidente de la Diputación malagueña a finales de los 70, el actual alcalde de Málaga y tío del firmante de este artículo cargado de coherencia, razones, ideas brillantes, tan brillantes como su pelo engominado. Si quieren ganar la batalla de las ideas, como dice él, van bien.

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sábado, febrero 10, 2007

Fight Club

Me acabo de terminar, con algunos años de retraso (se publicó en 1999) "El club de la lucha", libro del experiodista Chuck Palahniuk en el que se basó la peli de David Fincher y que dio lugar a un videojuego. Bueno, espero no tener sangre entre los dedos, porque acabo de dejar el libro en la estantería.

En resumen: un tipo de unos 30 años, con la vida tan resuelta como precaria y anodina, se inventa, a través de un alter ego (Tyler Durden), un juego diabólico, El club de la lucha. Que consiste en que una horda de tíos igualmente aburridos de sus vidas -insatisfechos con la sociedad- se reúne para darse mamporros a placer, en los sótanos de algún bar, hasta hacerse picadillo.

Palahniuk es compañero de generación de Brett Easton Ellis, Ballard, Douglas Coupland...etc. En parte, herederos del grandísimo William Bourroughs ("El almuerzo desnudo", "Supernova", "Yonqui"...). Por lo que les he leído, prefiero a Easton Ellis: narra mejor la nada.

El Club de la Lucha es una novela confusa, ambigua, trepidante a ratos, acojonante por momentos, pero creo que en parte inflada y, tal vez, sobrevalorada. Más que ser una novela oportuna, podría ser oportunista. Más que un retrato fiable de la sociedad yuppi, exhausta y barata en la que vivimos, es una parábola descrita con mano ligera y no sé si aguantará bien el paso de unos pocos años.

Digamos que tiene intuiciones brillantes (el nihilismo, la violencia, la sátira de la sociedad consumista) que se desperdigan inconexas a lo largo de un poco más de doscientos folios cosidos por sangre, vísceras y tendones. Porque al final, el regusto del gore por el gore, el chup-chup de los dientes desencajados bailando dentro de la boca, el plofff de las mandíbulas partidas, predominan sobre cualquier otra cosa.

De todas formas, tiene frases memorables, como:

"La primera regla del club de la lucha es que no se habla del club de la lucha."

"La segunda regla del club de la lucha es que no se habla del club de la lucha."

y, sobreo todo:

"Somos los hijos medianos de la historia, educados por la televisión para creer que un día seremos millonarios y estrellas de cine y estrellas de rock, pero no es así. Y acabamos de darnos cuenta -dice Tyler-. Así que no intente jodernos"

Como siempre, y aunque no forme parte de mis 100 libros preferidos, recomiendo su lectura. Y cuidado con no manchar la moqueta de sangre.

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domingo, febrero 04, 2007

La conjura contra América

Acabo de terminar "La conjura contra América", de Philip Roth. Es uno de esos clásicos modernos que se supone hay que leer (premio Pulitzer...etc), y por lo que a mí respecta, su lectura me ha dejado mal cuerpo. Mal cuerpo en el buen sentido: lo he pasado mal leyéndolo, porque el objetivo del libro es ese. Es un libro que describe la degradación de la democracia como un sufrimiento personal, familiar, social y colectivo.

El libro pinta, con los colores crudos del realismo sucio americano, un panorama de política-ficción, o lo que podría denominar un poco pedantemente como una ucronía, que consiste en la supuesta llegada en 1940 del aviador Charles Lindbergh (el que cruzó los continentes en el Spirit of Saint Luis) a la presidencia de los EEUU.

Lindbergh es aislacionaista y simpatiza con los nazis. Y toda esa ascensión progresiva del nazismo en Amércia está contada desde el punto de vista del joven Philip, un chico judío de 9 años que vive en una familia judía (y obrera) en un barrio judío (y obrero, recalco) de Newark, en New York.
Como es fácil suponer, la llegada de Lindbergh aterra a todas estas personas... Menos a unos pocos judíos, incluso de la propia familia de Roth, que se ven atraídos irrimisiblemente por Lindbergh y entran en su órbita antisemita.

La novela es muchas novelas:

Cuenta cómo la Democracia y el Estado de Derecho puede engendrar sus propios verdugos, y describe perfectamente el proceso inexplicable, pero posible, mediante el cual y de buenas a primeras un país entero es abducido hipnóticamente por la fuerza centrípeta de la intolerancia. Roth parece alertarnos de que la locura colectiva es posible.

Cuenta también la historia de los judíos de clase obrera en EEUU, que probablemente hayan sido mayoría, pero que han sido caracterizados habitualmente -e injustamente- como ricos magnates.

Cuenta la historia de la política en el siglo XX, una política de masas, mediatizada, y hace especial hincapié en la radio como elemento cohesionador/radicalizador de las posturas políticas (un periodista judío de radio termina liderando la política contra Lindbergh).
Cuenta la historia de las clases sociales en EEUU, de los barrios obreros y los sindicatos, del trabajo y la economía, de todo aquello que damos por sentado que al otro lado del charco siempre fue bien.

Cuenta la historia del jovencísimo philip, de la infancia, de la inocencia corrompida, del sufrimiento ante lo inexplicable, ante la violencia, ante la pérdida, ante el horror.

Podríamos hablar horas y horas. Pero en conjunto creo que es una historia de dolor. Una historia imprescindible del dolor, de la intolerancia y la sinrazón que atraviesan el siglo XX y quién sabe si el XXI. Es una novela dura, cruel, violenta, rápida y nerviosa, tiene una prosa sencilla e implacable. No es una novela estética, sino ética. Merecería la pena que se leyese en los institutos, pero no en clases de literatura, sino en la de Educación para la ciudadanía.

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