sábado, mayo 12, 2007

Si viviera en cualquiera de los barrios de Málaga...



Yo querría -y quiero- que mi alcaldesa sea Marisa Bustinduy.

En Málaga llevamos 12 años de derechas.

En estos años, las diferencias entre el centro y los barrios se han agrandado.

Después de 12 años, en Málaga tenemos 3,13 metros cuadrados de zona verde por habitante, cuando la UE recomienda 15.

Echamos 2 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, más de la media europea, y no somos una ciudad industrial.

Después de 12 años, hay tanto tráfico que se tarda más que antes en ir de un barrio al centro. Las líneas de autobuses siguen sin ser radiales, es decir, no pasan por el centro y no conectan a los barrios entre sí, favoreciendo la fragmentación urbana y el aislamiento de muchas zonas.

En los últimos 4 años 28.000 jóvenes se han ido a vivir a los municipios de alrededor por el precio de la vivienda. El PP prometió 7.000 VPO y ha entregado poco más de 1.000. Y sorteadas.

Han confundido el derecho a la vivienda con el derecho a la suerte.

Y otro dato: el alcalde de Málaga del PP, Francisco de la Torre, comenzó su carrera política como presidente de la Diputación franquista, desde 1971 hasta 1975.

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lunes, mayo 07, 2007

La responsabilidad de la izquierda con los intelectuales

En 1968, en plena guerra de Vietnam, Noam Chomsky escribió: “Los intelectuales se hallan en situación de denunciar las mentiras de los gobiernos. (…) A esa minoría de privilegiada la democracia occidental le proporciona el tiempo, los medios y la formación que permiten ver la verdad oculta tras el velo de deformación y desfiguración, de ideología e interés de clase a través de los cuales se nos presenta la historia contemporánea”.

La cuestión sobre la responsabilidad de los intelectuales en la democracia es tan antigua como la democracia. En la tradición liberal, que identificamos como la base de la democracia, los intelectuales constituyen per se un poder más del Estado –como los jueces o los periodistas- con una misión claramente identificada: decir la verdad y denunciar las mentiras de los poderes políticos. Frente a esta concepción liberal del intelectual, la derecha neoconservadora y la izquierda leninista han optado –si bien con diferencias entre sí- por el intelectual de partido.

Chomsky se preguntaba por la responsabilidad de los intelectuales de izquierda, pero creo que estamos en condiciones de preguntarnos por la responsabilidad de la izquierda con los intelectuales. ¿Qué sucede en España para que las mentiras múltiples que provienen machaconamente de un partido político no tengan una respuesta adecuada por un grupo de intelectuales independientes con cierto prestigio reconocido por la mayoría?

La respuesta más sencilla y más evidente es que en España no existen los intelectuales. Es decir, no existe el estatus político y democrático del intelectual como una figura necesaria, independiente y libre dentro de la sociedad. No existe si, en contra de lo que estamos acostumbrados a creer, el intelectual no es un ideólogo ni tampoco un periodista.

El problema ofrece soluciones si, en vez de preguntarnos por la responsabilidad de los intelectuales con la política nos interrogamos sobre la responsabilidad de la política con los intelectuales. Si miramos a la derecha, vemos que ésta constituye un poder democrático que representa poderes no democráticos (económicos, mediáticos, tecnocráticos y hasta teocráticos), y es lógico que a esos poderes el intelectual independiente, así como el juez independiente o el periodista independiente –si éste fuese capaz de darse- no le interesa demasiado. Por más vueltas que le demos, todo el tiempo invertido en pedirle a esta derecha el reconocimiento del estatus del intelectual libre dentro de una democracia es tiempo perdido. Cualquier denuncia que el intelectual haga lo convertirá en un enemigo de la patria, dentro de la teoría de Carl Schmitt. Por el contrario, no tienen ningún pudor en ensalzar y “comprar” a los tránsfugas de izquierdas que, movidos por el rencor del abandono, caen en el cinismo de vender su “venta” con el envoltorio de la “crítica”. Casos hay muchos.

Pero si miramos a la izquierda observamos con cierto desasosiego que, por motivos diferentes, la figura del intelectual crítico es en ocasiones non grata. Parece chocar con los viejos resabios leninistas de estos partidos. Una tradición que convierte en burguesa –y por tanto, también en enemiga- cualquier crítica y transforma al intelectual libre en un agente de la derecha. Con el actual Gobierno las cosas, de la mano de su presidente, han mejorado mucho, pero aún sigue habiendo entre las filas socialistas algunos pocos –siempre demasiados- que no han entendido el cambio de paradigma de lo que ha venido en llamarse “republicanismo cívico”.

La conclusión es que no podemos luchar contra la mentira múltiple de la derecha con la verdad única de la izquierda. Es en el espacio neutro e incluyente del debate intelectual, y no en la batalla mediática descarnada, donde la izquierda encontrará un seguro democrático frente a la mentira y la manipulación masiva del PP y sus medios afines. Pero esos espacios hay que ganarlos sin miedo. Cualquier espacio crítico y cívico ganado desde la izquierda para todos será indirectamente un espacio ganado también para la izquierda y, en todo caso, será una zona de seguridad frente a la mentira. Es cierto que la materia prima no es buena: la tradición liberal en España es deficiente no sólo en los partidos, sino en las universidades. Por eso la responsabilidad política es ahora mayor: es la construcción de un patrimonio inexistente, de una clase intelectual no sectaria, fanática o simplemente vendida.

No se puede construir una comunidad intelectual sólida si no consideramos, de antemano, que ha de ser independiente y por tanto asumimos la posibilidad de que nos critique. No podemos responder a las críticas de, por ejemplo, Fernando Savater, con descalificaciones. Respondamos, sí, pero con argumentos. El debate se construye debatiendo. Yo creo poder ganar un debate sobre la conveniencia de trasladar a De Juana Chaos sin necesidad de convertir en militante del PP a mi adversario, sin necesidad de ver en quien debate conmigo a un enemigo –aun en el caso de que lo sea. Tal vez deberíamos terminar de convencernos de que, con democracia, o con más democracia, con una democracia sin pudor, sin miedos, sin titubeos, habrá también, más espacio para la izquierda. Sobre todo para la izquierda.

Artículo original en El Plural

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viernes, mayo 04, 2007

La cortina de la PPantoja

Según el PP, la detención de Isabel Pantoja es una cortina de humo. Es, desde luego, un argumento de copla. Al cabo, la Pantoja es mucho más que el símbolo de una andalucismo sencillo y popular: aquel que lleva los faralaes al Tívoli de Benalmádena y recala en los hogares menos pudientes subida en la épica de la folclórica mujer de torero, actualizada en una versión marbellí del amor, el oropel y el dinero.

La Pantoja también es mucho más que la hija de su madre y la madre de su hijo. Y es más que la mujer acosada y derribada por una prensa rosa que encontró el filón del siglo parasitando su imagen. Una imagen que ella misma ha explotado hasta la saciedad sabedora de que sólo su vida publicada, y no su hermosa voz, llenaba los auditorios.

Isabel Pantoja ha recalificado su vida privada de la misma manera que su novio recalificaba suelos públicos. Y los especuladores del corazón han ganado mucho dinero en esa compraventa inmisericorde de las parcelas de la vida de la Pantoja que ella misma sacó a subasta, junto con el pollo y alguna moción de censura. Entre Isabel Pantoja y Julián Muñoz había un nexo sociológico aparte de una unión sentimental. Porque se da un profunda equivalencia, representativa de la España gilista del aznarismo de los 90, entre vender zonas verdes para construir bloques y vender la vida para cobrar exclusivas.

Pero la Pantoja es mucho más que su propio culebrón.

La Pantoja es una ciudadana española y, por tanto, sometida al Estado de Derecho y a las leyes. No podría ser, por duro que nos parezca, que la falta de piedad de algunos periodistas la hagan impune ante la justicia.

¿Plantea el PP que se impida o postergue la detención de una ciudadana sospechosa de delinquir porque el poder de su imagen le impide a unos interesados divulgar la imagen de su poder? ¿Está el PP preocupado porque la Pantoja tenga más cuota de pantalla que De Juana, que no es sino el último monstruo mediático que ellos mismos han creado?

La cortina de humo consiste en forzar una realidad inexistente para eclipsar con su imagen otra realidad incómoda. Decir que la detención de Isabel Pantoja es una cortina de humo sólo puede querer decir dos cosas de quien lo afirma: o bien que no confían en la independencia de la justicia, o bien que consideran artificiales los delitos que los jueces les imputan a ella y a Julián Muñoz.

En fin. Presumimos la inocencia de Isabel Pantoja. Pero sobre todo, presumamos la inocencia de los magistrados y fiscales de construir cortinas de humo partidistas o excusas para que la prensa deje de dar oxígeno a las conspiraciones y profecías finiseculares del PP. Esas sí que son cortinas de humo, de humo negro y denso, del que contamina la vida pública y distorsiona la de un país que -por decirlo en términos aznaristas- “no va mal”.

Artículo original en El Plural

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