jueves, marzo 30, 2006

Latidos de Londres, aires, pieles y galaxias humanas

Estoy en la oficina, con traje y corbata. El Parque Tecnológico: su atmósfera posmoderna de sociedad en red, su naturaleza artificial con lago y césped y patos, sus edificios con hilo musical, sus máquinas de café industrial de 5 minutos. Hace calor. Preferiría estar con unas bermudas en Tarifa, escuchando alguna música bailable, mirando cómo las multicolores y fluorescentes velas de los windsurfistas cortan el azul del horizonte del mar. Ahora saldré, iré al gimnasio: aprovecho las pesas para ir leyendo "Lunar Park", de Bret Easton Ellis, que como todas las novelas que leo, terminan devoradas en una orgía de lectura y autobús los fines de semana que voy a Madrid. Vamos aproximándonos al verano y recuerdo el verano que pasé en Londres.

Lo he recordado esta tarde, al encontrar, por la red, esta canción:

http://youtube.com/watch?v=9lyBaJU6w80

Es "I've been thinking about you", de Londonbeat. "He estado pensando en ti". Alguien que tal vez lea esto sabrá que es la persona en quién he estado pensando. Bueno, pienso en mucha gente, pero es obvio que en una persona más que en el resto. ¿Lo sabes, no? El puercoespín piensa en ti.

En Londres, hace ya 7 años, cuando tenía 20 y el mundo era un amasijo intrincado de sensaciones por descubrir y músicas por bailar, en Londres viví una extraña existencia que peregrinó, vagó, husmeó, merodeó sin rumbo y anónimamente por los contornos de Leicester Square (donde trabajaba en un ostentoso Burger King, haciendo milles de hamburguesas que eran entregadas a miles de borrachos nocturnos, turistas con prisas, ejecutivos glotones y delincuentes infiltrados), pasando por Tottemhan Court Road, la calle de las discotecas y los musicales, Picadilly Circus y mi barrio, White City y Shepher's Bush. Londres y su noche, y sus tardes del SoHo o en Candem Town, llenas a rebosar de españoles e italianos, de negros y pakis (así llaman a los pakistaníes), una diversidad que te amenazaba con sus trampas, con sus misterios que a veces eran promesas, con sus pasadizos y sus evocaciones. Hoy veo ese vídeo de Londonbeat y mi esqueleto se mueve otra vez queriendo ir a Limelight, el night-club hetero-gay montado en una inglesia neo-gótica. Una noche, en Heaven, apareció Boy George, el ex-cantante de Culture Club, gordo como una ballena, con su gorro de Harry Potter, sus ojos pintados, a medio camino entre Eduardo Manostijeras y Marujita Díaz, la música era un house atronador, pero recordé la suavidad de su voz en "Do you really want to hurt me?". Nada me hubiera gustado más que toparme, en cualquier antro, con alguno de los Pet Shop Boys o con Rick Astley o con el cantante de Spandau Ballet. Londres, para mí, era "Mi hermosa lavandería", la película de Stephen Frears, era el escenario confuso del imaginario de Morrisey. Un azul metálico de calles y casas de ladrillo visto humeantes.

De un soplo he vuelto a vivir esa diversidad humana que, aún hoy, me intriga, como un misterio. Las pieles distintas a la mía que amé. La fugacidad de personas en la que batallé por robar una mirada, una conversación, un punto en común que me uniera a aquel mundo tan grande, tan lejano, y sin embargo, tan acogedor. Como este verano que se aproxima y se va extendiendo por el Parque Tecnológico.