sábado, junio 03, 2006

El peso del sol: corazón de cuero

Ha cambiado la atmósfera: es verano. Ha llegado el lametón del sol y casi no tengo tiempo para pararme a pensar en el cambio de estación que es también un cambio de vida. O no.

Casi estoy solo, casi ardiendo en una hamaca de metal platino, calentada bajo la furia del sol. Málaga esculpe formas congestionadas, edificios, asfaltos, neumáticos, palomas muertas, metales icandescentes. Paisajes marrones azotados por un amarillo de rabia, somos personas atravesadas por el metal, errabundos, pináculos invertidos de catedrales inexistentes sustituidas por grandes centros comerciales, perros que filosofan algún desvarío en la inmensidad de la masa, la masa como cosmos, como ecosistema, microbios que planifican el ocio con Viajes Marsans o Halcón y hacen reservas y vuelan con Vueling y manufacturan su tiempo en una cadena de minoristas de sueños.

Echo de menos un bar oscuro, protector como una placenta de invierno, con una voz acuosa y nostálgica meditada por un bafle amigo. Un bar soñado por David Lynch, un antro, una barra donde ponerme tóxico, sólo y acompañado, sólo o con posibilidad de hacerlo acompañado por otra persona que al final no es sino otro soporte para la soledad, otro hardware para el software que nos creamos, la ficción mediante la cual nos conocemos o nos interpretamos, la tecnología del yo que nos defiende de nosotros mismos. Las relaciones con desconocidos establecidas bajo el diapasón de una música atronadora y el místico traqueteo de flashes son la mejor administración de micropoder, la más estudiadamente espontánea, la mejor estrategia para un fin claro: ejercer el poder, producir placer/dolor durante esa noche, medirnos como seres de fuerza, naturaleza domesticada, sofisiticada. Echo de menos Home, el antro oscuro en los alrededores de Plaza de España en Madrid, dedicado a la canción Home, de Depeche Mode, donde la música era una cerveza hacia el abismo de la noche: The Cure, New Order, Joy Division, Depeche Mode, The Smiths, The Mission... Acodado en el cuero. Cuero siempre. Cuero negro. Como mi corazón. Como la noche. Y resulta que es verano. Y el cuero arde. Lo pasaremos como podamos.