La lógica del sentido
Ayer conocimos una forma nueva de la lógica.
Tiene esta forma:
"Si usted no cumple le pondrán bombas; y si no le ponen bombas es porque ha cedido".
La dijo el presidente del PP y jefe de la oposición donde todos sabemos, a cuenta de lo que todos sabemos.
Yo pensaba que la paz de la que disfruto cuando me despierto, me voy al trabajo o me afeito no era resultado de ninguna transacción. Creí que era producto de una construcción colectiva, de la cesión constante y permanente que nos hacemos los seres humanos al no ejercer la violencia sobre los demás para conseguir nuestros fines. Ahora viviré en una ansiedad insoportable: si hay paz, si en España hay paz, si la hay en el mundo, si hay paz, es porque vendimos a Mefistófeles todos nuestros principios, porque la paz será siempre la moneda de cambio con la que los otros premiarán el error moral de nuestra sumisión.
En la maldita frase, Rajoy convierte a la paz no en razón, sino en síntoma, en sospecha. Es síntoma de un mal previo, de una estrategia fatal sin solución posible. Por tanto, según su silogismo, ningún presidente podrá prescindir de las bombas: ellas nos aferrarán a la certeza de no habernos equivocado, a la certeza de tener razón. ETA, con su lucha, con sus bombas, con su error, nos da la razón. Y si nos diesen su paz, viviríamos bajo el peso insoportable de la alta traición. Rajoy consigue, en una frase como si fuese de Eschen, hacer irreconciliables paz y razón. Tal vez, porque su razón nunca fue la paz.
En Alicia en el país de las maravillas, los personajes juegan con la razón y la lógica. Juegan una partida de croquet en la que la bola es un erizo, los mazos son flamencos y los arcos, soldados que no dejan de desplazarse de un lado hacia otro. Las reglas del juego van cambiando arbitrariamente a medida que avanza la partida. En este juego nadie puede ganar, porque la regla que te hacía vencedor en un momento, al minuto siguiente te hace perder. Porque cuando crees que introduces la bola-erizo en un arco, este se desplaza inesperadamente. Y te hace errar. Lo que antes era válido, lógico, razonable, lo mismo, se muda y transforma en erróneo de manera imprevisible.
No deja de ser sintomático que los populares, que no han leído a Lewis Carroll, acusen a Zapatero de vivir en el país de las maravillas. Si lo hubieran leído sabrían que este mundo sería el último en el que una persona feliz podría vivir. Una partida con el azar sistemáticamente distribuido en tu contra, por encima de la lógica y el sentido. Pero si ese país de las maravillas los incluye a ellos, tienen razón. Efectivamente, la derecha ha convertido la Democracia en un juego en el que por fin disolvieron lo categórico y lo hipotético. Las bombas, y la paz.
Y Rajoy es la Reina de Corazones que, ilógica, iracunda, víctima de su propio juego, le espetaba a Alicia:
"¡Que le corten la cabeza!"
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