lunes, enero 31, 2005

Los nacionalistas y los "cómicos"

Antonio Asencio

En www.diariodirecto.com 10/09/2004

Sobre el presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra (qué haríamos los periodistas sin políticos como él), y a tenor de la última polémica que sus furiosas palabras han desatado, se ha dicho y opinado ya de todo. Unos han alabado su sinceridad y mostrado su acuerdo; otros han alabado su sinceridad, pero han resaltado su desacuerdo; otros han rechazado las formas y el fondo, y por último, ha habido quien ha rechazado las formas, pero no el fondo de lo que decía Ibarra. El ministro Montilla, y líder del PSC, lo ha despachado rápido, sin entrar en complicaciones: Montilla ha tachado a Ibarra de “cómico”.

Y a mí esto sí que me parece muy serio, señores. Es decir, me parece muy serio lo que ha resaltado Ibarra: la subasta identitaria de la desigualdad. Gracias a él, otros muchos socialistas, como el alcalde de Coruña, Paco Vázquez, empiezan a no morderse la lengua y poner sonrisas falsas ante el asunto. Pero más serio es que Montilla califique a su compañero de “cómico”. Porque aparte de que Ibarra no tiene de cómico más que su sentido del humor (y se agradece, porque es explosivo, lejos de la insulsez políticamente correcta en que vivimos), esto responde a una estrategia bastante macabra en virtud de la cual aquí unos juegan el papel de “cómicos”, y otros, de señores “serios”.

Y Montilla va de serio, porque eso de ser nación, caramba, es algo muy serio, nada comparable con pequeñas comunidades “cómicas” que son incapaces de tomarse en serio a sí mismas. Y es que el poder se manifiesta a través del lenguaje, nos dijo Foucault, y algunos adjetivos son camisas de fuerza para la razón. En este teatro ya clásico (como el que utilizó Ibarra en Mérida para soltar su artillería pesada), al guionista del asunto se le ha ocurrido que uno es el gracioso, y que él mismo es el serio, el héroe buscando su destino, su ser o no ser. Lo mejor es ser quien escribe el drama y reparte los papeles, así haces que te toque ser Hamlet, en vez del bufón de Elsinor. Y a su vez, obligas a alguno a interpretar al "hazmerrerír" de la corte.

Pero ser “cómico” es tan arbitrario como ser catalán o extremeño (basta con que los demás, los espectadores, te vean así), y lo importante es que ante ese corsé opresor, frente ese personaje esquemático, la realidad adelgaza, mengua, y acaba no siendo más que esa misma máscara: cómico, o catalán. El molde se convierte en esencia, en contenido. Y eso es lo que denunció Ibarra, que los moldes del Estado (es decir, el reparto de la obra) se quieren modificar para que unos sean los serios, más aún si cabe, y otros, los cómicos bufones. Suele pasar que, entre risas, los bufones adelantan el fin trágico e inexorable de los héroes.

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