Idealismo vs pragmatismo
Ayer vi una entrevista en televisión (en Canal Cuatro) que me hizo interpretar, en clave generacional, un cambio en la forma de concebir nuestro mundo. El entrevistador era Iñaki Gabilondo, y el entrevistado, Daniel Baremboin, el pianista y director de orquesta argentino (judío) que, con su música, está recorriendo el mundo con el firme propósito de unir a dos partes irreconciliables en un proceso sangriento: palestinos e israelíes.
Baremboin hablaba de comprensión mutua, de la necesidad de diálogo entre los dos pueblos, de las bondades de la cultura. "¿Por qué en Israel no se enseña el árabe como segundo idioma? ¿Qué sabemos los judíos de la cultura árabe, de su música, de su literatura?". Miraba a Baremboin: veía a un hombre de unos sesenta años que ha leído a Habermas, que tal vez soñó con Willy Brandt y con el proyecto europeo. Veía a un hombre de razón, lógico. Su forma, incluso, de concebir la belleza es una mezcla, un diálogo entre pasión y razón. La pasión para entendernos a nosotros mismos, para la introspección, pero acotada por la razón surgida de sí misma (y no por la tragedia de la existencia, su verdadera frontera), herramienta que nos salvará, que nos guiará con su luz universal.
Frente a él, Gabilondo. El periodista-humanista, el español comprometido: lector de Ortega y Gasset y de Eugenio d'Ors, predicador de la concordia y el diálogo con los irreductibles nacionalistas, con la indomesticable derecha. Reconciliador nacional, hombre de la cultura y la ilustración. 63 años.
Los dos, hijos del neokantismo, de los universales éticos. La ética, primero pensada, razonada, universalizada, y luego, aplicada. Los dos, hijos del proyecto, el gran proyecto de occidente: el estado final, hegeliano, del bienestar absoluto. Creo que los tiempos viajan en dirección contraria. El idealismo ético no tiene aplicación hoy día en un mundo de caos, en una sociedad del riesgo y lo inesperado: de la diseminación. Pensar que el conflicto palestino-israelí se puede arreglar con ese "buenismo" universalista es la idea de mi padre, socialdemócrata ortodoxo que hace lo que puede para adaptarse a los cambios de hoy. Me conmueve esa ingenuidad bienintencionada. Frente a esta visión filosófica continental (cartesiana, kantiana, habermasiana), estaría la empirista, anglosajona: pragmatista. La razón emana de la experiencia. Primero observar: luego, actuar, buscando la maximización del beneficio, eligiendo entre lo mejor posible, aunque esto implique, por ejemplo, un bombardeo, o un pacto con el diablo. La razón deja de ser universal para ser local, aplicada, sin tener de fondo la gran explicación, el gran relato. Tan sólo nos mira el abismo. Como a Ariel Sharon y Yasir Arafat: sólo les observaba el abismo, frente a él, y sólo ante él, eran responsables. Dos sujetos fuera del relato. El capitán Ahab y Moby Dick.
Baremboin y Gabilondo me conmovieron ayer, porque certificaban, con su indignación frente a un mundo que no comprenden, la muerte de un bello sueño.
2 Comments:
Hola,
Felicidades a tí también por tu blog. Lo seguíré. Te escribo para darte las gracias por tu comentario en mi artículo de molinos de papel. Me ha parecido muy interesante...
Nada mas,
Un saludo,
Edu
Pues a mí me conmueve, cuando no me entristece este artículo. Sabiendo lo mucho que aprecias a Iñaki, supongo que éste no será más que uno de esos accesos de furor hipercrítico, preceptivos en cualquier intelectual post-estructuralista que se precie.
Estupendo, pero no sé si has reparado en que la supuesta crítica se queda en una mera descripción. Frente a la ética universal y al empirismo cínico anglosajón, ¿tienes alguna idea brillante? ¿O te simplemente te quedas colgado, anclado, seducido y abducido por la (debo reconocerlo) horrosoramente bella palabra "diseminación"? Destruyes, deconstruyes, pero no das salidas a las miserias del mundo. Nihilismo de pata negra.
Luego estuve investigando durante varias horas tu tríada fatal de Foucault, Derrida y Lacan. Me interesan mucho más como sujetos psicológicos que como productores de ideas; mejor dicho, creo que las dos cosas vienen adheridas de serie. Qué descorazonador suena todo, cuánto miedo a los demás y al mundo. Sobre todo cuánto miedo a sí mismos. Bienaventurados y compadecidos aquéllos que se mofan de la bondad, porque alguien se la arrebató un buen día.
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