miércoles, febrero 08, 2006

Leo a Norman Mailer

Tras un tibio peregrinaje por textos blandos, por mundos inocuos, por aceite para engrasar motores, afronto la metamófica lectura de Norman Mailer. Ya leí, hace unos años, una novela que me resquebrajó el alma, "Los tipos duros no bailan", una novela negra que buceaba por los charcos más sórdidos del delito, el sexo y la corrupción, y ahora he cometido la insensatez de beber este laúdano capaz de crujirte los higadillos y meter humo duro en tus pulmones sin coger un cigarro. Las páginas se arrugan y arden directamente en tus labios, y la boquilla es a ratos tan amarga como dulce. Leo "América", todas las Américas que brotan de su pluma brumosa y bramante, una especie de arma virtuosa que uno ve empequeñecer ante el tamaño de los anhelos, frustraciones y delirios del autor. La prosa que te destroza y desbroza las amígdalas lectoras es la del psicópata: "un rebelde sin causa, un agitador sin eslogan, un revolucionario sin programa". América es un compendio impresionista de textos periodísticos con vocación de obra que recorren un país desconocido, a menudo olvidado por el espectador y lector de periódicos y verdades oficiales. Periodista, escritor, novelista, poeta: todo a la vez. América es una recopilación estructurada o una novela inconexa -el relato de un tiempo y un espacio-, escupida a estertores que a veces son eufóricos, a veces melancólicos o desesperados, pero siempre logrando filtrar la variedad sofisticada de matices subjetivos que impregnan las crónicas de deseos y latigazos descriptivos de realidad, crónicas en las que la realidad (¿la verdad?) se ramifica en un incomprensible magma que se interroga por sí misma, por la experiencia, por el sentido de la realidad y su realidad como texto. Periodismo desde la raíz, desde el sanguinolento desarraigo de la mirada y la aventura del hipster, del negro, del loco de Foucault, del excluido necesario: del aventurero de la experiencia que no tiene nada que perder salvo su cuerpo y su vida y hace de estos dos activos el motivo de una existencia radical. Es imposible que la letra este hombre, que cabalga en las fronteras de la generación perdida de Capote y Hemingway y es transversal a la beat generation, no te deje el alma garabateada por un punzamiento incomprensible, una variedad de angustias reconvertidas en tibio placer, una sensación de vacío de oro, de carretera perdida y de carne corrupta o corruptible, o vívida y nerviosa, que muchos intentan transmitir, pero muy pocos logran transitar. Mailer habla el dialecto existencialista de una América que se creó para sí misma un nuevo sistema nervioso compuesto por jazz, metáforas y tinieblas porque el latido conservador y estanco de la sociedad convencional les ahogaba los apetitos de vida, les atrofiaba el ritmo y les coartaba la potencialidad rebelde de un narcisismo psicopático basado en el binomio vital placer/dolor que el puritanismo se ha encargado siempre de enterrar y producir como un tubérculo latente bajo montañas de instituciones y códigos represivos. Mailer habla del desasosiego del jazz, pero también es jazz desesperado y libre su prosa, su mirada a la política, la sociedad y la cultura de su tiempo. Pocas veces escribo sobre un libro antes de terminarlo. Ahora no he podido resistir la confesión de las contradicciones que tensan mi lectura a mitad de camino. Cuando una página se mete en tu estómago como una cuña letal y te parte en dos, uno, adolescente de nuevo, abierto a la incertidumbre de los sentidos y sinsentidos, celebra la difícil comunión y el deseo místico de fundición entre el papel y la piel, entre las palabras y las cosas, entre la escritura y la vida. América.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Como me alegro que la gente lea y nos lo diga...Alegremonos, oh! hermanos en la fe del que cree que contadonos que lee se hace más sabio.
Recordemos: Todos los espejos tienen dueño.

2:01 p. m.  
Blogger Francisco Ortiz said...

Los tipos duros es una de mis novelas preferidas desde siempre también. Me gustó este texto.

1:18 p. m.  

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