Esto va en serio
Esto va en serio, señores. La persecución antiabortista, el caso Lamela, la ofensiva eclesial contra los matrimonios gays y la diversidad familiar, la decapitación de Gallardón o el olvido de Rodrigo Rato resumen la trayectoria del PP en estos cuatros años y nos sitúan ante un sombrío panorama.
En caso de victoria popular –difícil, pero no imposible- España vivirá una vuelta al régimen nacional-católico y al exterminio de las ideas liberales, centristas o progresistas. Será un “politicidio” en toda regla: la satanización de diversidad ideológica y el fin del Estado de Derecho laico que prescribe nuestra Constitución. La estrategia neoconservadora diseñada por Aznar desde la FAES habrá tenido éxito.
Si el PP se ha mostrado implacable frente a su diversidad interior, si ha limpiado su ADN ideológico de cualquier resquicio de centrismo moderado, ¿qué nos queda a quienes no comulgamos con las ideas peperas en el caso de que los conservadores se hagan con el poder?
Las encuestas nos ofrecen una temible paradoja: el PP es el partido más rechazado por los ciudadanos, pero con un electorado más fiel y acrítico (votan al PP haga lo que haga, presente a quien presente). Rajoy es el líder peor valorado, pero con posibilidades de ser presidente. Podría darse la circunstancia de que una desmovilización de la izquierda llevase al poder al partido más temido por todos, más enfrentado a todos.
Recomendé desde esta sección, hace algunos meses, una novela: “La conjura contra América”, de Philip Roth.
Narra la hipotética historia de una América en la cual el sector filo-nazi del Partido Republicano se hace con el poder y lanza una limpieza ideológica sin precedentes en medios de comunicación, escuelas, universidades y todos los ámbitos sociales, ayudados por radio-predicadores demagogos e incendiarios.
No es nuevo. El ideario de la derecha se basa en el misticismo de la “nación en peligro”, aquí y en la Conchinchina. Con esa receta del miedo antropológico de la tribu amenazada es más fácil obviar las desigualdades internas, justificar las injusticias y congelar el progreso. Con el imaginario irracional y romántico de la nación, la derecha rompe el discurso racional y social de la izquierda y es capaz de seducir incluso a algunas personas que luego salen perjudicadas con su política excluyente.
Seamos conscientes de lo que nos jugamos el 9 de marzo, porque esto va en serio.
Artículo original en El Plural
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