martes, junio 05, 2007

Leyendo las elecciones

Dicen que se va como llegó: solo. Pero no es cierto: llegó suavemente impulsado por la mano de Zapatero y se fue azotado por la mano del aparato. Al cabo, al aparato del PSM nunca le gustaron los foráneos, los independientes, los políticos “paracaidistas” que se tiran sin paracaídas. Salvo para convertirlos en cabezas de turco. Más que un aparato, lo del PSM se podría calificar de ortopedia política. Ni conmigo ni sin mí. Sin estrellas propias, negándole el pan a las de fuera.

Pero lo importante del adiós de Sebastián es el mensaje para el futuro. La marcha, la ida, la huida es el mensaje. Cuando no te dejan perder, no es que te vayas, es que te están echando. El problema es que ese hueco en la casilla de Madrid va a ser difícil de llenar. Con este precedente, ¿quién va a querer hacer la machada de Sebastián de liderar una candidatura de izquierdas en una ciudad sometida al bombardeo mediático de la derecha y con un partido sometido a arcaicos regímenes impenitentes? Y a partir de ahora, ¿cómo se va a renovar el PSM a sí mismo si esa renovación la han de llevar a cabo los renovables? ¿Existe la autodefenestración en política? Yo no la conozco. Zapatero esperará porque el calendario es apretado, pero sabe que los cambios los ha de decidir él y sólo los puede llevar a cabo con unas generales ganadas y cuatro años por delante, tiempo suficiente para crear incendios y luego apagar fuegos.

Estas municipales capitalinas tienen, además, muchas lecturas. Hace mal el PP si interpreta estas elecciones como unas primarias, como una revancha del 14M y una antesala de las próximas generales. Pero hace mal el PSOE si lee estas elecciones como una batalla exclusivamente local. Las dos savias, la municipal y la nacional, se mezclan forzosamente en la capital de España creando resultados paradójicos. El PSOE sabe que la PSM tiene que cambiar una estrategia hasta ahora demasiado rígida, demasiado orgánica, con un socialismo de manual poco acorde con la realidad compleja de una ciudad región dinámica como Madrid. Pero el Gobierno debe saber que se hace urgente reenfocar su política comunicativa para responder con contundencia al arma de destrucción masiva que los populares han encontrado en el tema terrorista, si no quiere que Madrid sea el foco de una posible metástasis hacia el resto de España. Y simétricamente, al PP se le abre otra herida: Madrid se convierte en un bastión conservador ayudado por la estrategia vasca. Pero en el País Vasco el PP empieza a sangrar. Su número de diputados no decidirá unas generales, pero la derrota del PP en tierras vascas puede desacreditar el peligroso discurso de Rajoy en el resto de España si el PSOE es hábil manejando esta pérdida. Además, ¿hasta cuándo los líderes vascos del PP van a estar dispuestos a ser la coartada perdedora de una estrategia cuya única clave es convertir a Rajoy en presidente?

Y otra lectura: el PSOE, de Madrid hacia el Sur, es un partido hegemónico en lo rural, náufrago en lo urbano. En Andalucía el PP ha ganado en todas las capitales –aunque, sin mayorías absolutas, no gobernará en tres de ellas. Dividir las ciudades en barrios socialistas y barrios conservadores y diseñar tácticas políticas destinadas a maximizar ese esquema es una fórmula con demasiadas debilidades. La clave tal vez esté en ganar por el centro, entre los profesionales liberales, y buscar el efecto arrastre de ese voto hacia la izquierda. Exactamente como ocurre en el norte: Barcelona, San Sebastián, La Coruña o Vitoria. Es posible. Ser de izquierdas ya no es sólo una cuestión de clase ni de barrio. Tiene que ver con la forma de interpretar tu ciudad, tu país.

Artículo original en El Plural

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