La financiación local a debate
Al lío permanente de la financiación autonómica, se ha añadido el lío insurgente de la financiación local. Con alcaldes levantados en armas, alianzas de regidores de PP y PSOE unidos bajo una misma causa, y la Federación Española de Municipios y Provincias convertida en un campo de batalla partidista, este embrollo no ha hecho más que comenzar. Un embrollo que, lógicamente, sale a la luz justo ahora, cuando la venta de suelo deja de ser una fuente de ingresos municipales, debido al parón en la construcción, y la crisis les impide endeudarse al ritmo al que lo estaban haciendo.
La noticia de que el faraónico Gallardón suspende la licitación de obra nueva, por la elevadísima deuda del ayuntamiento de Madrid, ha hecho saltar todas las alarmas. El soterramiento de la M-30 se ha tragado no sólo los coches, sino las futuras guarderías y centros sociales. ¿Qué ha hecho el regidor? Como era previsible, justificar su propio despilfarro, escudándose en la deficiente financiación local.
Porque es cierto que los ayuntamientos necesitan una mayor, y mejor, financiación. Pero este problema no puede ser la coartada perfecta para alcaldes manirrotos, populistas o sencillamente irresponsables, que convierten su gobierno en una campaña de pan y circo permanente, con el único objetivo de ganar las siguientes elecciones. Cuando han vaciado las arcas municipales con infinitos gastos de protocolo, con festejos impúdicamente sobredimensionados, y obras que no son de su competencia que asumen como propias para ponerse la medalla, miran al Gobierno y dicen: ¡más dinero!
Falta financiación local, es cierto, pero falta también mucha transparencia y mucho más control en los ayuntamientos.
Esta circunstancia, no invalida otra de las reivindicaciones de los regidores: que se produzca, de una vez, la segunda descentralización, desde las autonomías a los ayuntamientos. A estas alturas, parece evidente que, en materia de financiación, la anorexia local viene derivada de la vigorexia autonómica.
Los ayuntamientos, en fin, deben dejar de ser el eslabón perdido del Estado. Necesitan más financiación, competencias más definidas, y también más control presupuestario.
Artículo original en El Plural
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