Canibalismo
El gancho
Según la definición al uso, el canibalismo es la práctica de alimentarse de miembros de la propia especie. Para la mayoría de las culturas, el canibalismo es un tabú infranqueable, la última norma que se puede transgredir, el símbolo de la degeneración (pérdida del género) total. El canibalismo, cuando se produce, o es una práctica justificada e integrada en la cultura (hay culturas caníbales), o es un acto impulsivo de supervivencia que surge cuando los miembros de la especie no tienen de qué alimentarse.
En la mitología griega, el canibalismo hace su aparición en la figura de Cronos, que devoraba a cada hijo suyo que nacía, ante el miedo a ser destronado por uno de éstos. Goya lo tradujo, latinizado, en unas fieras imágenes que representaban a Saturno en toda su crueldad. Luego, hemos tenido casos, como el del equipo de rugby que se perdió en los andes. Y películas, como “Cuando el destino nos alcance”, en el que la sociedad transformaba a los cadáveres en populares galletitas; o el célebre “Silencio de los corderos”, con Hanibal Lecter reinando sobre el trono de la brutalidad calculada.
Salvando las distancias, el canibalismo es también, es, metafóricamente, una práctica que puede darse en política. Hay quien se come a sus hijos para salvaguardar su trono. Hay devora al compañero cuando no hay nada que llevarse a la boca. Hay quien fagocita al de su especie porque forma parte de su cultura política.
No sabemos cuál de esas formas de canibalismo se ha instalado en el PP madrileño, que la esencia concentrada del PP nacional. Tal vez todas, y alguna más. El odio personal y la desconfianza son ya el único elemento en común entre facciones y tribus, unidas por un difuso sentido de pertenencia a una derecha que siempre actuó devorando a los demás, y que ahora se devora a sí misma.
Pero tres aspectos deberían hacer reflexionar a la izquierda.
Primero, el liderazgo de Rajoy está ya herido de muerte y durará, previsiblemente, hasta las europeas, momento en el que se abrirá una etapa de redefinición ideológica, social y política de la derecha. ¿Y si lograran completar el eterno viaje al centro?
Segundo. No nos hagamos ilusiones. Los votos que ahora se fuguen del PP a Rosa Díez, volverán al PP si este partido se endereza.
Tercero. Hemos asistido a la entrada de PRISA y de El País en la guerra interna del PP, y esto puede tener un trasfondo que desconocemos. ¿Qué intereses hay detrás? ¿Qué pactos? ¿Qué señales a Zapatero?
Cuando dejen de devorarse unos a otros, se irán despejando estas claves.
Artículo original en El Plural
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