Artistas y derechas
El gancho
La batalla cultural de la derecha empezó reciclando los últimos restos de la intelectualidad de izquierdas. Sánchez-Dragó, Gabriel Albiac, o el propio Jiménez Losantos eran lo que eran, pero el transfuguismo los convirtió en héroes para una derecha opulenta de recursos, y huérfana de ideas.
Ahora reciclan (en el sentido etimológico de re-ciclar: volver a meter en el ciclo) a algunos artistas, tradicionalmente identificados con la izquierda, semi-olvidados o convertidos en oscuros símbolos retrospectivos. Pongo dos ejemplos: Alaska y Loquillo. Ambos se han sacudido el olvido, en la página web de Jiménez Losantos. ¿Sorprende?
No, aunque nos defrauda a muchos, sin duda. Nos crea un cierto sentimiento de engaño. Por lo que fueron, por lo que simbolizaron. Y ya conocemos la historia. La derecha extrae de ellos un jugo que le es muy valioso: se trata de un trasvase ideológico que venderán como victoria moral. Bajo la parábola bíblica del hijo que vuelve al redil, estos rebeldes de antaño adquieren un nuevo e inusitado protagonismo, y los conservadores los exhiben como confirmación de que los buenos, terminan salvándose. Junto a ellos, claro. Y de paso, con estos estrafalarios fichajes, los conservadores se sacuden –o eso creen ellos- la caspa, la pátina de molesta obsolescencia que los aleja, sistemáticamente, de la modernidad cultural. Un maridaje, casi perfecto.
El fondo de la cuestión, lo preocupante, es que Loquillo, Sabino Méndez, Alaska o Mario Vaquerizo han decidido aparecer en los medios que criminalizan el aborto y la eutanasia, promueven manifestaciones contra el matrimonio gay, defienden los crucifijos en las escuelas, descalifican a los sindicatos y alimentan la teoría de las conspiración del 11-m. Y lo que es peor, medios en los que, a los artistas que se declaran de izquierdas, se les llama “untados”, “mediocres”, “cutres” o “subvencionados”, llámase Serrat, Ana Belén o Sabina. Medios que consideran que ser de derechas es ser “libre” y ser de izquierdas es “vivir del cuento”.
No digo que Alsaka o Loquillo –por citar a estos dos, aunque hay alguno más- estén de acuerdo con todo lo que se dice y opina ahí. Sin duda, discreparán en muchas cuestiones (eso, al menos, quiero creer). Pero la realidad es que, consciente o inconscientemente, se han prestado a ser una coartada de la derecha en su batalla cultural. Por esnobismo, por cuestiones profesionales, por lo que sea. Ahí están.
La diferencia, claro está, es que en este lado del espectro ideológico, jamás despreciaremos su arte, aunque deploremos sus ideas y/o sus nuevas amistades. Nos quedaremos con nuestros principios intactos. Decía Kierkegaard que hay que elegir entre dos formas de vivir la vida: estética, o éticamente. Es decir, o en el ser, o en las formas. Siempre he creído que los artistas no tienen por qué tener ética. Pero los ciudadanos sí, incluso, aquellos que, además de ciudadanos, son artistas.
Artículo original El Plural
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