La maté porque chateaba con otros hombres
Los hechos sucedieron a las 22:26 horas de ayer, cuando el 092 de Palma de Mallorca recibió una llamada de Gregorio G.P., de 45 años, asegurando que acababa de golpear a su esposa, quedando ésta inconsciente en el suelo, por lo que solicitaba ayuda. Inmediatamente, los agentes llegaron al domicilio familiar a las 22:28 horas y, en el recibidor, hallaron a la hija de la pareja, de 15 años.
Detrás de la niña, se encontraba el varón, que entre sollozos, indicó a los agentes de la Policía Local que su esposa se hallaba en el dormitorio principal tendida en el suelo sin responder. Cuando se personaron en el lugar, se encontraron a la mujer en el suelo con una correa de piel negra en sus manos e intentaron reanimarla y llamaron a la Sala de Operaciones para que solicitaran una UVI móvil.
Hoy se ha sabido la razón: la mujer chateaba con otros hombre por Internet.
Tal vez, la posibilidad de una intimidad compartida con otras personas, el poder de la palabra que no se conoce, la identidad hecha diálogo e imaginación, es más fuerte que el conocimiento de una infidelidad sexual. Esta es finita, limitada en sí misma. Sabemos cuáles son sus fronteras. Ha existido desde los albores de la humanidad, sabemos cómo enfrentarnos a este hecho doloroso del amor. Pero lo que hacía esta mujer no lo sabremos nunca, y el marido asesino tampoco. Cuando el marido mata a la mujer infiel, mata la carne impura. Pero, ¿y aquí? Ése es su drama insoluble: ¿A qué hombre matar, a qué sombra culpar? ¿Se multiplicarán esas sombras? ¿Se convertirá la carne imaginada de su mujer en una sombra permanente? Tal vez, los hombres con los que chateaba nunca sepan que es ella, y no otra, la asesinada.
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