Último acto
Se apuran las últimas granizadas. Se van plegando sombrillas. Algunos cielos se cubren de nubes y ETA coquetea con la sangre. Comienza el curso político. Aunque en realidad, nunca se terminó.
El verano fue un breve entreacto aprovechado por los actores para reubicarse en el escenario. Ahora comienza el acto final con un Zapatero crecido por sus últimos movimientos tácticos –debate del estado de la nación, crisis de gobierno, éxitos contra ETA, un verano muy activo- que sabe que todos –y todas- quieren derrocarlo: desde los terroristas que hablan con armas hasta los periodistas que disparan verbos. Desde el amanecer hasta la medianoche el ejecutivo y el país reciben artillería pesada y falta saber si la figura del presidente menguará o pegará el estirón final entre disparos y disparates.
Rubalcaba es el hombre fuerte del Gobierno en la recta final: suya será la gestión, a cara de perro, de la vuelta de ETA a las andadas. Mientras, se prevé alguna medida de impacto en Vivienda, donde a Chacón sólo le quedan unos meses para dar un golpe de efecto mediático que mueva al electorado joven (y también al catalán), tendente al abstencionismo y vital para las aspiraciones electorales socialistas. Caldera estará en la sala de máquinas de un proyecto que hará hincapié en los derechos sociales y civiles y que buscará rascar votos entre los electores que IU reparte y pierde fuera de Madrid, Barcelona y Valencia.
En el PP, Rajoy parece un personaje en busca de autor. Sin otro guión que el de ETA, su falso centrismo es como el Godot que nunca llega. Más que una línea meta, es un punto de fuga por el que se le escapan Piqué y Matas. Y hablando de centristas, el órdago lanzado por Gallardón no sólo advierte de grave crisis en el PP tras una derrota electoral, sino la que la prevé. El oportunismo del alcalde de Madrid, dando un paso hacia el Parlamento, parece inoportuno en el núcleo duro del PP, al debilitar al ya de por sí frágil Rajoy. Pero parece lógico pensar que Gallardón podría estar buscando una desacreditación expresa de los futuros perdedores que lo distancie del ala radical y lo presente ante la opinión pública como único heredero viable, como ya hizo al presentar la frustrada candidatura de Manuel Cobo a la presidencia del PP madrileño.
Imaz ha decidido ser un héroe problemático en el complejo teatro vasco: su enfrentamiento contra el soberanismo etnicista de Azkárraga y Egibar puede abrir grietas en el tripartito, pero busca un futuro de entendimiento con PSE o PP y un final político y social de ETA. Le puede costar el puesto. Como se lo puede costar a un Duran i Lleida que busca sacar pecho en Madrid mientras en Cataluña, los más fervorosos nacionalistas le pisotean los talones.
En definitiva: las derechas españolas (españolistas o no) se debaten entre el pragmatismo pactista y el nacionalismo esencialista amigo de la confrontación. El PSOE se mantiene en la zona cálida de la izquierda y el centro sigue sin un dueño claro.
Todos buscando su destino: que será fatal, trágico o heroico. El gran teatro de la política se vuelve a abrir, señores. Comienza el último acto.
Artículo original en El Plural
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