La izquierda, en mediática minoría
ANTONIO ASENCIO
Si las elecciones generales son finalmente en marzo de 2008, nos quedan por delante diez meses. El PP encarará el dictamen de las urnas con la misma cabeza visible que le hizo perder en 2004. Rajoy, escoltado por Acebes y Zaplana, repetirá foto fija buscando el desquite. Esto es importante porque es en ese aceite hirviendo de la revancha donde el PP ha echado su huevo de la discordia a freír. El resultado ha sido una base social activada y movilizada frente a un Gobierno desbordado en la comunicación de su política.
Con un cartel chamuscado por la gestión del 11-M, Rajoy sólo podía cifrar sus esperanzas electorales en un atentado de ETA. Era una inversión improbable, pero más rentable que erigirse a sí mismo como término de la comparación con Zapatero: si se olvidaba de su figura, de su política, de su alternativa –incapaz de vencer al presidente-, y convertía la política antiterrorista en el termómetro de medición con el que la opinión pública evaluaría a Zapatero, cualquier atentado de la banda estaría llamado a socavar al Gobierno.
Papel de la oposición
La trampa está en que la política antiterrorista no la hace el Gobierno en solitario, sino que precisa del apoyo y la lealtad de la oposición. El PP ha subvertido esta norma para no dejar margen de actuación al Ejecutivo y luego culpar exclusivamente al Gobierno de cualquier atentado. Si puedes poner la zancadilla y luego acusar al que se cae de torpe, ¿por qué no hacerlo?
ETA como foco de atención único
Durante estos tres años, Rajoy ha ejecutado de manera implacable su tarea de títere portavoz de una táctica mediática: silenciar cualquier otro aspecto de la política del Gobierno fuera de ETA, minimizando los notables éxitos económicos o sociales. La selectividad de la información es el primer paso para la construcción social de la realidad. El segundo paso es moralizar la información: “Una vez que se ha tomado la desviación que conduce a la moral, todo acontece de por sí, sobre patines”, afirma Niklas Luhmann. “Debe haber ángeles caídos para que se multipliquen los demonios”, señala Jean Paul.
Una pregunta absurda
Rajoy le dijo a Zaplana en el Congreso que “tenía una pregunta absurda” que hacer, tras haberse pactado una tregua entre grandes partidos para no hablar de ETA. No es que los problemas de los jóvenes, de la vivienda o la especulación le parezcan absurdos a Rajoy. Sencillamente, hablar de estos temas es entrar en el debate que favorece a los socialistas y abandonar el eje en el que el PP se sitúa vencedor: sus temas nacionales y el terrorismo. “No hables con el lenguaje de tu adversario”, advierte George Lakoff en ‘No pienses en un elefante’.
Frente mediático
Lakoff nos dice que pensamos con marcos y que quien impone su marco, gana el debate. Pero de entrada, el PP ha entendido algo más importante: que en la actualidad las elecciones no se ganan en el Parlamento, sino en los medios. Es allí donde tienen una ventaja insalvable. En el Parlamento, el PP cuenta con 148 escaños, y el PSOE con 164. En la esfera informativa, hay mayoría absoluta de medios afines a Rajoy. Juega allí y vencerás. Era sencillo, sólo había que llevarlo a la práctica.
Flota de satélites
Entonces, estamos ante una realidad a largo plazo. La debilidad estructural de la izquierda, que sólo cuenta con un grupo mediático ¿afín? Una flaqueza que es aún mayor si a la prensa conservadora le sumamos la flota de satélites sociales creados tácticamente por el PP: FAES, GEES, Foros de la Familia, de Ermua, Basta Ya, AVT, Peones negros. ¿Cuánta gente hay a sueldo agitando conciencias? Una flota, por cierto, que se aprestó, siguiendo las recetas del agit-prop neocon norteamericano, a lanzarse a Internet. La prueba la tienen ustedes en los comentarios que este artículo recibe inmediatamente abajo. Y así andamos por estos lares, en franca minoría.
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