viernes, enero 16, 2009

Que hablen de Palestina

El gancho

Que hablen. Tenemos derecho a exigírselo, y así lo ha hecho Zapatero, pero yo voy más allá. Que hable Rajoy, que hable Rouco, que hable el Foro de la Familia, que hable Fernando Savater, que hable Rosa Díez, que hable la COPE, que hable Basta Ya. Que todos los beligerantes defensores de sus principios, que los guardianes del tarro de las esencias de la unión, el progreso y la democracia en este país, hablen y expresen, en libertad, sin reparos, pero sin cortafuegos ni cortinas de humo, su posición ante la ofensiva israelí. A favor, o en contra.

Cuando se produce un genocidio, cuando mueren civiles hablar es una obligación moral. En esto, sigo la afirmación de la judía Hannah Arendt (ahora que el presidente la cita, me animo yo también), de que, en política, la palabra es acción. Y lo decía una persona que, precisamente, padeció los rigores del silencio cómplice de algunos, ante el holocausto, el exilio, la opresión que sufrieron los judíos en la Alemania nazi. Por tanto, que salga hasta la última palabra de los rincones de las conciencias. No podemos entrar en guerra, pero, como decía Blas de Otero, “me queda la palabra”.

No creo que se pueda admitir, por mucho más tiempo, el truco alambicado de las medias tintas, de los cerros de Úbeda revestidos de falso intelectualismo (“esto es muy complejo”, “las dos partes son responsables”…etc). Si el conflicto era complejo, la política debería haber sido el único camino. Si Hamás es un grupo terrorista, se le debía haber perseguido policialmente, dentro de los límites del Estado de Derecho y respetando a la población civil. Si Palestina es un país no reconocido por Israel, no puede ser objeto de una guerra por parte de su propio Estado.

Pero acudir a los tanques, los bombardeos y los civiles muertos es reducir la complejidad del problema a las ruinas del odio más básico. Los matices políticos, se disuelven en el drama humano del desgarro, de la pérdida y de la destrucción injustificada, en una tierra demasiado teñida por la desesperación, y demasiado acostumbrada a que se imponga la lógica de la venganza, en lugar de la lógica a secas.

No hay nada de heroísmo en el exceso militar, la desproporción bélica y el dolor que está causando Israel en una población infinitamente más débil. Hay, eso sí, mucho de culto a la fuerza y de exhibición del poder, y deberíamos saber en qué ciudadanos españoles anida ese mismo ánimo, cuando demonizan cualquier tipo de diálogo, en cualquier tipo de circunstancia.

Artículo original en El Plural

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miércoles, enero 07, 2009

La crisis de la crisis

El gancho

En las últimas semanas, han aparecido, simultáneamente, tres encuestas que amplían la ventaja del PSOE en relación al PP. Las tres han tenido un efecto demoledor sobre la moral de la derecha pero, sobre todo, han significado un desmentido general a la predicción de algunos medios de comunicación –especialmente, los críticos con el Gobierno- sobre los efectos demoscópicos que la crisis económica iba a producir en la ciudadanía. Pensaban que el binomio crisis económica-desgaste del Gobierno era una ecuación inevitable, casi matemática; que los datos del paro tendrían un efecto directo y previsible sobre la opinión pública.

Lo que estas encuestas han demostrado, es que cierta interpretación de la crisis, está en crisis. En concreto, están en crisis las atribuciones simplistas e intencionadas de la responsabilidad sobre el aumento del paro y las negativas cifras macroeconómicas. Está en crisis mirar al 2009 con los mismos argumentos que la derecha utilizó en 1993 (el fenómeno es completamente diferente), y está en crisis minusvalorar la capacidad crítica de una ciudadanía cuya comprensión de los acontecimientos que sacuden el mundo es más profunda y compleja de lo que algunos creen.

No resulta tan sorprendente el resultado de los sondeos, como la sorpresa de algunos ante los mismos. ¿Tan difícil resulta comprender que la complejidad de lo que estamos viviendo es demasiado evidente, no sólo para analistas sesudos, sino para el conjunto de la ciudadanía? Cuando los in-puts informativos apuntan a una interconexión de causas sin precedentes (desde las hipotecas subprime americanas, hasta la debilidad del sistema financiero internacional, pasando por la inestabilidad del precio del crudo, escándalos antológicos como el de Madoff y quiebras de prestigiosos bancos europeos), pensar que un chorreo de titulares negativos va a convertir a Zapatero o Solbes en responsables directos de lo que está sucediendo, es confundir los deseos con la realidad.

De todo esto podría extraerse una aleccionadora conclusión: que depositar las esperanzas políticas en que las cosas vayan mal, es más propio de la desesperación que de una alternativa sólida, capaz de ofrecer propuestas y soluciones. Pero es también producto de una limitada comprensión de cómo funciona nuestra sociedad, de una escasa valoración de la capacidad de los ciudadanos para formarse juicios propios, y no reproducir los esquemas que se suministran desde determinados foros.

Hace unos 40 años, Umberto Eco, en sus innovadores estudios de semiótica, refutó las teorías deterministas (aquellas que decían que los medios tienen el poder casi absoluto de dirigir la opinión pública) con un hallazgo, a menudo olvidado. Descubrió que, en contra de lo que suponían los psicólogos conductistas, el lector/espectador es un sujeto activo con capacidad de resistencia cognitiva frente al asedio mediático. Dicho con otras palabras, que era capaz de ejercer una lectura crítica y autónoma de lo que acontecía ante sus ojos.

Desde los aciagos días del 11-M, la derecha mediática y política repite, una y otra vez, la misma estrategia, y cada sondeo les devuelve a la misma frustración. Desde hace algunos años, no comprenden a los ciudadanos.

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