miércoles, junio 27, 2007

La educación o la caverna

“La educación para la ciudadanía” va a ser, presumiblemente, un motivo más de batalla entre Iglesia-PP y el Gobierno socialista en un contexto de tenso caos preelectoral. Presumiblemente, la Iglesia lanzará, a través de la COPE y Telemadrid, a los militantes del PP a las calles para agitar las conciencias hispanas. Se ve venir y así será. Tiempo al tiempo.
Vayamos al contenido. Si hay algo que el Estado debería poder imponer en democracia –y para la democracia-, sin tapujos, sin reservas, y con el consenso de todos, es el respeto al otro. La libertad, nos dice la teoría, es la posibilidad de elección entre diversas opciones y por tanto, esa convivencia inevitable entre diferentes justifica la democracia, protegida por los tabiques del Estado y la Justicia, alentada por la educación en su sentido más amplio.

Cualquiera debería saber que la España democrática de nuestros días se sustenta sobre un Estado aconfesional, que respeta la libertad ideológica y de credo, que la razón de nuestra convivencia tiene por origen un contrato ciudadano y que no presupone una atávica comunidad de cristianos –como sucedió hasta la muerte de Franco- y cuya carta Constitucional reconoce y consagra su diversidad interior de idiomas, culturas y tradiciones. Si llevamos siendo eso casi treinta años, si estamos orgullosos de serlo, ¿por qué no enseñarlo, también con orgullo, a nuestros hijos?

Al orgullo, sumamos la urgencia de un país cuya diversidad se ve amplificada por la llegada de inmigrantes, la libre circulación de ciudadanos europeos y, en general, los profundos efectos de la globalización.

Señalaba Isaiah Berlin: “En un mundo donde los derechos humanos nunca hubieran sido pisoteados, ni los hombres se persiguieran los unos a los otros por lo que creen o por lo que son, no sería necesario defender la causa de la tolerancia”. Pero ese mundo no es éste. La tolerancia no emerge como consecuencia directa de la libertad de horarios comerciales, como pretende Esperanza Aguirre. Antes bien, el Estado, un Estado cuyo átomo indivisible es el ciudadano libre y autónomo –y no la familia nuclear, que es radioactiva- debe preparar a los individuos para una tolerancia que luego exigirán las propias leyes, así como la experiencia cotidiana de la convivencia en un mundo complejo.

Si enseñar la libertad, si enseñar a ser ciudadano es adoctrinar, será, en cualquier caso, el único adoctrinamiento que el Estado puede hacer: el cívico, el neutro, el que es válido para todos, el que podamos compartir todos por encima de lo que nos separa. Frente a esta opción, el PP de Pilar del Castillo propuso religión católica evaluable sí o sí. Y es lógico que, con este PP enclaustrado en la COPE y en sus seminarios de ideas fijas, se inaugure la enésima disputa nacional. Vuelven a confrontarse no sólo dos formas de concebir la educación, sino dos maneras de mirar y entender España: como un país diverso y laico, cimentado sobre el concepto de ciudadanía, o un país cuya identidad permanece secularmente secuestrada por la Iglesia y el catolicismo.

Educar para convivir en libertad es un reto de origen republicano y el destino de cualquier democracia, es cierto. Desde el Emilio Rousseau hasta nuestros días la filosofía busca un camino ético que permita a la humanidad abrazarse en unos principios comunes, por encima de divergencias religiosas y posicionamientos políticos. Pocas cosas compartimos, pero éstas, como los derechos humanos, los principios de la convivencia, el respeto a las leyes y las instituciones, no deberían ser cuestionadas por quien participa del sistema democrático.

La reacción proviene de la Iglesia y el PP por dos motivos paralelos:

En primer lugar despoja a la Iglesia del monopolio en el suministro de la conciencia colectiva, que queda reducido a una comunidad ahora más pequeña –y no igual de amplia- que la sociedad. Y además, hace competir a la Iglesia católica en el suministro de esa fe con otras religiones igualmente respetadas en nuestra Constitución. Pérdida del monopolio y aparición de competencia. Esa es la primera causa de la beligerancia de los obispos ante esta asignatura.

Con respecto al PP, por su parte, la activación de una ciudadanía crítica y autónoma camina en el sentido opuesto a la conservación de formas arcaicas de discriminación que están en la génesis de los valores de la derecha. Aquí encontraríamos el nacionalismo, la familia tradicional encabezada por el varón, el catolicismo como base moral de los individuos y el rechazo a formas sociales divergentes a las católicas, como el divorcio, las parejas homosexuales, la diversidad religiosa…etc.

Frente al reto ilustrador, la caverna conservadora ruge dolida ante su pérdida. Eso ya ha pasado en España, un país donde los diferentes esfuerzos modernizadores y liberales, como el que representó la Institución Libre de Enseñanza, sufrieron la incomprensión de las sotanas y los bombazos de los militares irredentos.

En conclusión: Volverá la derecha aguerrida con su pavor de sacristía a retumbar por las calles de la Castellana, a troquelar con la tipografía del fin del mundo los titulares de periódicos afines y a incendiar las ondas matutinas con sermones prebélicos. Ellos y sólo ellos, son la mejor muestra de cuán necesaria es la asignatura de Educación para la Ciudadanía en España.

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viernes, junio 22, 2007

El colchón de la libertad

En su discurso de investidura, Esperanza Aguirre, al parecer, se ha vuelto a colocar el traje fucsia de liberal, de ese liberalismo español tan clásico que representa, con larga tradición, la derecha de Libertaddigital, la COPE, el OPUS, los Obispos y los grandes de España. Llega la libertad de horarios comerciales como apuesta de envergadura de aquella a quien incomoda la libertad de conciencias ideológicas.

En una loa desinteresada y neutral a “la presidenta” en su discurso de investidura, el periodista de Libertaddigital, Agapito Maestre, poco menos que desoxida el pensamiento liberal de Adam Smith, tal vez hasta llegar a Hayek, olvidando, eso sí, a Iasiah Berlin o a Hannah Arendt. Según Aguirre, secuenciada mediáticamente por los altavoces a sueldo en el púlpito digital, es decir, según Aguirre-Maestre, la libertad es “poder comprarte un colchón a las cinco de la mañana”. Coño, felices sueños, libertad, que llega el Lorenzo Lamas del liberalismo hispano-americano.

En cierta manera, hasta resulta lógico que la derecha mande a la cama al concepto –tal vez se estropeó tu viejo flex en tareas propias de la madrugada-, y este sueño liberal explique de por sí la amarga historia política de España.

Porque la posibilidad de comprarte un colchón de madrugada, que es cuando habitualmente la ciudadanía neoyorquina –puesta como ejemplo por Maestre- realiza estas actividades, es toda la horquilla dentro de la cual estas mentes liberales, muy representativas de cierta España ilustrada à la carte, entienden el concepto.

Es, admitámoslo, una coartada perfecta para el legislador que favorece el interés de los pocos muy grandes frente a los muchos muy pequeños. La táctica consiste en defender el abuso comercial, la competencia desleal y la explotación de los ya muy precarios trabajadores de estos centros envolviendo todo ello con el celofán del liberalismo. No es nuevo: El desarrollismo tardofranquista de los tecnócratas del OPUS coqueteó hábilmente justificaciones similares.

De esta horquilla quedan excluidas obras de teatro incómodas –censuradas rápidamente con espurios argumentos. Queda excluida la neutralidad de la televisión autonómica –acaso no ya la neutralidad, sino la mera decencia. Queda excluido un reparto equitativo de las licencias de televisión digital terrestre, todas en manos de grupos mediáticos no ya pro-PP, sino pro-Aguirre. Ya que toman de ejemplo Londres, podrían pasarse una temporadita en la capital británica no sólo comprando en Harrods, sino asistiendo en libertad a cualquier obra de teatro, conviviendo con mujeres que llevan el burka o pagando una tasa municipal por meter el coche en el centro. Se lo recomiendo vivamente.

Estos liberales, por abundar en su colorida panorámica del concepto, son los mismos que se manifiestan con Rouco contra el matrimonio gay y llevan al Senado a un psiquiatra que cataloga la homosexualidad de enfermedad propia de hijos de borrachos. Son los mismos que boicotean a medios de comunicación si no claudican ante sus exabruptos.

Claro que la factura de la libertad política, cívica y mediática, de la libertad ideológica, de la mera libertad para ejercer tus derechos de ciudadano, que es algo que somos antes de ser consumidores, tiene un coste muy elevado. El coste de no dormirnos frente al engaño masivo de quien lleva buscando una victoria electoral en un atentado de ETA desde hace más de tres años.

Por eso, para estos, es mejor tener un “buen colchón” liberal. Un colchón que aguante todo lo que le eches.

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martes, junio 19, 2007

La izquierda, en mediática minoría

ANTONIO ASENCIO

Si las elecciones generales son finalmente en marzo de 2008, nos quedan por delante diez meses. El PP encarará el dictamen de las urnas con la misma cabeza visible que le hizo perder en 2004. Rajoy, escoltado por Acebes y Zaplana, repetirá foto fija buscando el desquite. Esto es importante porque es en ese aceite hirviendo de la revancha donde el PP ha echado su huevo de la discordia a freír. El resultado ha sido una base social activada y movilizada frente a un Gobierno desbordado en la comunicación de su política.

Con un cartel chamuscado por la gestión del 11-M, Rajoy sólo podía cifrar sus esperanzas electorales en un atentado de ETA. Era una inversión improbable, pero más rentable que erigirse a sí mismo como término de la comparación con Zapatero: si se olvidaba de su figura, de su política, de su alternativa –incapaz de vencer al presidente-, y convertía la política antiterrorista en el termómetro de medición con el que la opinión pública evaluaría a Zapatero, cualquier atentado de la banda estaría llamado a socavar al Gobierno.

Papel de la oposición
La trampa está en que la política antiterrorista no la hace el Gobierno en solitario, sino que precisa del apoyo y la lealtad de la oposición. El PP ha subvertido esta norma para no dejar margen de actuación al Ejecutivo y luego culpar exclusivamente al Gobierno de cualquier atentado. Si puedes poner la zancadilla y luego acusar al que se cae de torpe, ¿por qué no hacerlo?

ETA como foco de atención único
Durante estos tres años, Rajoy ha ejecutado de manera implacable su tarea de títere portavoz de una táctica mediática: silenciar cualquier otro aspecto de la política del Gobierno fuera de ETA, minimizando los notables éxitos económicos o sociales. La selectividad de la información es el primer paso para la construcción social de la realidad. El segundo paso es moralizar la información: “Una vez que se ha tomado la desviación que conduce a la moral, todo acontece de por sí, sobre patines”, afirma Niklas Luhmann. “Debe haber ángeles caídos para que se multipliquen los demonios”, señala Jean Paul.

Una pregunta absurda
Rajoy le dijo a Zaplana en el Congreso que “tenía una pregunta absurda” que hacer, tras haberse pactado una tregua entre grandes partidos para no hablar de ETA. No es que los problemas de los jóvenes, de la vivienda o la especulación le parezcan absurdos a Rajoy. Sencillamente, hablar de estos temas es entrar en el debate que favorece a los socialistas y abandonar el eje en el que el PP se sitúa vencedor: sus temas nacionales y el terrorismo. “No hables con el lenguaje de tu adversario”, advierte George Lakoff en ‘No pienses en un elefante’.

Frente mediático
Lakoff nos dice que pensamos con marcos y que quien impone su marco, gana el debate. Pero de entrada, el PP ha entendido algo más importante: que en la actualidad las elecciones no se ganan en el Parlamento, sino en los medios. Es allí donde tienen una ventaja insalvable. En el Parlamento, el PP cuenta con 148 escaños, y el PSOE con 164. En la esfera informativa, hay mayoría absoluta de medios afines a Rajoy. Juega allí y vencerás. Era sencillo, sólo había que llevarlo a la práctica.

Flota de satélites
Entonces, estamos ante una realidad a largo plazo. La debilidad estructural de la izquierda, que sólo cuenta con un grupo mediático ¿afín? Una flaqueza que es aún mayor si a la prensa conservadora le sumamos la flota de satélites sociales creados tácticamente por el PP: FAES, GEES, Foros de la Familia, de Ermua, Basta Ya, AVT, Peones negros. ¿Cuánta gente hay a sueldo agitando conciencias? Una flota, por cierto, que se aprestó, siguiendo las recetas del agit-prop neocon norteamericano, a lanzarse a Internet. La prueba la tienen ustedes en los comentarios que este artículo recibe inmediatamente abajo. Y así andamos por estos lares, en franca minoría.

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lunes, junio 11, 2007

Gestionar la deslealtad

Zapatero tiene ante sí un reto más difícil que gestionar la política antiterrorista: gestionar la deslealtad del PP. Todo lo que ha hecho ETA era tristemente previsible en el escenario nacional: abrir una esperanza para clausurarla a bombazos, reduciendo a los escombros del fanatismo y la mafia sus ya exiguos apoyos políticos y sociales. Los terroristas han finalizado la tregua ante la imposibilidad de plantear cuestiones políticas a un Gobierno que repetía una y otra vez que la política se hace en las instituciones, con los votos, y no con las armas. Lo que verdaderamente supone una novedad, táctica importada directamente de los neoconservadores americanos, es la política de acoso y derribo al adversario utilizando la política antiterrorista. Haciendo saltar la política antiterrorista por la derecha, y con potentísimos detonadores éticos.

En este asunto, la realidad importa poco. Da igual que la ruptura de la tregua desmienta la existencia de una negociación política. Da igual que durante la tregua se detuviese a más de 90 etarras, más de los que se detuvieron con la tregua de Aznar. Da igual que en el periodo de Zapatero como presidente más de 300 terroristas de ETA hayan sido detenidos. Todo eso da igual ante la oportunidad de zaherir al Gobierno con un tema que va directamente desde la cocina del PP (sus satélites sociales: AVT, Basta Ya, Foro de Ermua; y sus falanges mediáticas: El Mundo, COPE, ABC…etc) a las tripas de los ciudadanos, sin pasar por la razón. Temas que, dado su contenido visceral, tácitamente quedaban excluidos del espacio de la opinión pública y se discutían en la sombra discreta de los reservados del Estado. Esos reservados, como la vida privada de los famosos, han sido fagocitados por el papel urgente de la prensa reaccionaria y por la declaración agitada de unos políticos serios y fiables como Acebes, Rajoy o Elorriaga, aquellos que, frente al terror, ofrecieron la mentira de Estado. Ya saben ustedes aquello de “no deje que la realidad le estropee un buen titular”. La realidad, importa poco.

Porque al PP le interesaba una ETA simbólicamente fuerte –frente a un Gobierno supuestamente débil-, es por lo que han fortalecido a la banda a base de titulares durante estos tres años: dándoles espacio en radios y periódicos, situándola en el centro del debate, depositando en ella sus esperanzas. Y sus esperanzas políticas –que ahora se cifran en los atentados- se veían amenazadas ante la posibilidad de una tregua que se apresuraron en transformar en una supuesta claudicación. ¿Podríamos jugar a calcular qué grado de responsabilidad tiene la oposición en la ruptura de la tregua?

Frente a la tregua del terrorismo los populares no tenían otra forma de responder que con la guerra de los demócratas. Todo se ha convertido un espectáculo, y estamos esperando, compungidos, que cualquier acción de ETA sea administrada por estos gestores de la crispación como una ceremonia de odio entre españoles, de revancha entre partidos.

Frente a esta deslealtad sin precedentes cuyo objetivo no es la derrota del terror, sino la derrota del Gobierno, Zapatero y su equipo tienen un reto que no puede esperar más: instalar en el centro del debate público no la política antiterrorista, que ha sido la correcta, sino la oposición del PP utilizando el terrorismo. Es eso lo que habrá de ser juzgado y enviado, de nuevo, a la oposición si no queremos que se trunque un principio democrático que creíamos sólido en España: que el peor medio –el uso del terrorismo y los asuntos de Estado- justifiquen el mejor fin: gobernar un país que busca, como todos, la paz.

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martes, junio 05, 2007

Leyendo las elecciones

Dicen que se va como llegó: solo. Pero no es cierto: llegó suavemente impulsado por la mano de Zapatero y se fue azotado por la mano del aparato. Al cabo, al aparato del PSM nunca le gustaron los foráneos, los independientes, los políticos “paracaidistas” que se tiran sin paracaídas. Salvo para convertirlos en cabezas de turco. Más que un aparato, lo del PSM se podría calificar de ortopedia política. Ni conmigo ni sin mí. Sin estrellas propias, negándole el pan a las de fuera.

Pero lo importante del adiós de Sebastián es el mensaje para el futuro. La marcha, la ida, la huida es el mensaje. Cuando no te dejan perder, no es que te vayas, es que te están echando. El problema es que ese hueco en la casilla de Madrid va a ser difícil de llenar. Con este precedente, ¿quién va a querer hacer la machada de Sebastián de liderar una candidatura de izquierdas en una ciudad sometida al bombardeo mediático de la derecha y con un partido sometido a arcaicos regímenes impenitentes? Y a partir de ahora, ¿cómo se va a renovar el PSM a sí mismo si esa renovación la han de llevar a cabo los renovables? ¿Existe la autodefenestración en política? Yo no la conozco. Zapatero esperará porque el calendario es apretado, pero sabe que los cambios los ha de decidir él y sólo los puede llevar a cabo con unas generales ganadas y cuatro años por delante, tiempo suficiente para crear incendios y luego apagar fuegos.

Estas municipales capitalinas tienen, además, muchas lecturas. Hace mal el PP si interpreta estas elecciones como unas primarias, como una revancha del 14M y una antesala de las próximas generales. Pero hace mal el PSOE si lee estas elecciones como una batalla exclusivamente local. Las dos savias, la municipal y la nacional, se mezclan forzosamente en la capital de España creando resultados paradójicos. El PSOE sabe que la PSM tiene que cambiar una estrategia hasta ahora demasiado rígida, demasiado orgánica, con un socialismo de manual poco acorde con la realidad compleja de una ciudad región dinámica como Madrid. Pero el Gobierno debe saber que se hace urgente reenfocar su política comunicativa para responder con contundencia al arma de destrucción masiva que los populares han encontrado en el tema terrorista, si no quiere que Madrid sea el foco de una posible metástasis hacia el resto de España. Y simétricamente, al PP se le abre otra herida: Madrid se convierte en un bastión conservador ayudado por la estrategia vasca. Pero en el País Vasco el PP empieza a sangrar. Su número de diputados no decidirá unas generales, pero la derrota del PP en tierras vascas puede desacreditar el peligroso discurso de Rajoy en el resto de España si el PSOE es hábil manejando esta pérdida. Además, ¿hasta cuándo los líderes vascos del PP van a estar dispuestos a ser la coartada perdedora de una estrategia cuya única clave es convertir a Rajoy en presidente?

Y otra lectura: el PSOE, de Madrid hacia el Sur, es un partido hegemónico en lo rural, náufrago en lo urbano. En Andalucía el PP ha ganado en todas las capitales –aunque, sin mayorías absolutas, no gobernará en tres de ellas. Dividir las ciudades en barrios socialistas y barrios conservadores y diseñar tácticas políticas destinadas a maximizar ese esquema es una fórmula con demasiadas debilidades. La clave tal vez esté en ganar por el centro, entre los profesionales liberales, y buscar el efecto arrastre de ese voto hacia la izquierda. Exactamente como ocurre en el norte: Barcelona, San Sebastián, La Coruña o Vitoria. Es posible. Ser de izquierdas ya no es sólo una cuestión de clase ni de barrio. Tiene que ver con la forma de interpretar tu ciudad, tu país.

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