lunes, diciembre 31, 2007

¿Dos mandatos?

Tal vez Rajoy haya hablado en clave. El líder del PP es tan claramente ambiguo que todo podemos esperar de él: cuando dice sí, puede ser que no. Cuando dice no, puede ser que sí. O no. El gallego lleva cuatro años hablando a la gallega, haciendo oposición a la gallega, afrontando las rupturas internas del PP a la gallega. ¿Gallardón? Sí o no. ¿Acebes y Zaplana? Sí. O no. ¿Echar a los alcaldes y concejales corruptos del PP? No. O no. ¿Reformas territoriales? No. O sí.

Hasta cuando dice que le gusta “La chica de ayer”, no sabemos si se refiere a la versión de Nacha Pop que sin duda él escucharía en los bares de Malasaña cuando era joven, o a la versión de Enrique Iglesias que le habrá llegado a sus asesores vía Nuevas Generaciones. Con esta derecha no hay quien se aclare.

Por eso, cuando Rajoy dice que sólo gobernará dos mandatos, como sabe que no gobernará, puede que esté diciendo que sólo se presentará dos veces a perdedor. Sólo dos mandatos, sí, pero como líder de la oposición. Por tanto, está limitando su propia carrera dentro del PP al 9 de marzo. El mensaje es: no seguiré, me iré, habrá sucesión. Y por eso se afilan los cuchillos en el PP madrileño, que es el escenario de las guerras de guerrillas, escaramuzas y asesinatos selectivos.

Y mientras, todos en el PP están dejando que el cadáver político se ahogue en el fango, como le sucedía a aquella pandilla de jóvenes perdidos en su propio vacío, que narrara Sánchez-Ferlosio en “El Jarama”.

Rajoy es un hombre chamuscado. A estas alturas aún no se ha deshecho de la sombra de Acebes y Zaplana (los dos mayores movilizadores de voto de izquierda que haya tenido este país); no puede retener a Rato, y propone al pijito de Costa como nuevo cocinero del recetario liberal, con poco más que ofrecer que una imagen blanda de papá bueno de urbanización de pádel; no consigue un espacio político respetable para su antecesor Aznar, que anda por los burladeros internacionales compitiendo en inteligencia con Paris Hilton, mientras González es designado por la UE para presidir un comité de sabios; no logra callar a Losantos, espantacentros donde los haya.

Hasta el Rey pide sosiego a esta derecha levantisca, montaraz y chusca que nos hemos empeñado en llamar “neocon”, cuando tienen de todo menos “neo”. Y no voy a caer en el error repetir aquí la palabra castiza que mejor los define.

Ni Sarkozy se moja por Rajoy. Mejor para Rajoy. Las comparaciones son odiosas.

Pero él lo ha dicho: dos mandatos, y a casa. El 9 de marzo termina esta pesadilla.

O no.

Artículo original en El Plural

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Multitudes

La globalización es hoy el fenómeno social que explica el siglo XXI, como la industrialización fue el acontecimiento propio del XIX. Hay una toma de posiciones que no puede ser ajena a la izquierda.

El intento de la derecha de desideologizar en falso la sociedad –imponiendo su pensamiento tras el velo transparente de lo razonable, neutralizando la división entre derechas e izquierdas- es equivalente a su tradicional defensa del concepto unitario de “pueblo”, “nación”, etc.

La globalización económica –neutral, post-ideológica, vertical- es el nuevo nacionalismo de la derecha. Frente a eso, la obligación de la izquierda es reproducir las quiebras internas que silencia la derecha, visibilizar la diversidad social, extender la defensa de la igualdad estructural más allá de las propias fronteras, dar cabida bajo su paraguas a nuevas identidades sociales excluidas de la toma de decisión en la sociedad global, que por otra parte somos la mayoría, y enfrentarse a las redes de poder económicas y políticas con redes cooperativas ciudadanas. Subyace, en efecto, una nueva concepción de la propia democracia.

Existen varias propuestas interesantes, pero una de las más lúcidas es la que plantea Toni Negri con el concepto de “multitud”. La “multitud” puede convertirse en el nuevo sujeto político de la izquierda en la sociedad global. Por encima de la clase, de la nación o de la masa, la “multitud debe ser concebida como una red: una red abierta y expansiva en la cual todas las diferencias pueden ser expresadas libremente e igualitariamente, una red que provea los medios de encuentro a fin de que podamos trabajar y vivir en común”, nos señala Negri.

La “nación” es la vértebra ideológica de la derecha (se equivocan las propuestas nacionalistas que se llaman “de izquierdas”… o tratan de equivocar a alguna gente). La “masa” es para los liberales, que transmutan la noción de ciudadano en la de consumidor. La “clase” ha dejado hace tiempo de sernos útil, por la división entre trabajo y capital que ya anunciasen politólogos como Richard Sennett.

La noción de “multitud” emerge como propia de una nueva izquierda global, plural, estructuralmente igualitarista y cooperativa. Y surge este concepto, en parte, porque es capaz de resolver el antagonismo propio de la derecha, que opone individuo a sociedad y Estado, haciéndolo compatible a través de la noción de “ciudadanía”.

Han pasado años desde que Umberto Eco lanzara el primer dardo contra la concepción unitaria de la “masa”, a la que el semiólogo italiano entendía como más capaz, plural y autónoma de lo que se pensaba por aquella época. Hoy día, aparte de Negri, la “multitud” ha sido estudiada por Howard Rheingold en su libro Multitudes inteligentes. La próxima revolución social; por Pierre Lèvy, en Cibercultura. La cultura de la sociedad digital, en el que habla de la nueva universalidad sin totalidad que caracteriza a Internet; por Manuel Castells, en sus impresionantes tomos sobre la Sociedad Red y por Arjun Appadurai en El rechazo de las minorías.

Algo parecido, y en consonancia, con las propuestas republicanistas de Philip Pettit, a la sazón ideólogo de cabecera de Zapatero. Vamos bien, pero hay que llegar más allá, sin dejarnos a nadie fuera de esta nueva “multitud”.

En definitiva, existe una coherencia en la dirección en la que piensan los más prestigiosos y lúcidos pensadores de izquierdas. Agrupemos estas teorías, y demos voz a un nuevo modelo de sociedad plural y global.

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miércoles, diciembre 19, 2007

Desbandada en el PP

Lo peor de Rajoy no es que no sepa generar una “moral de victoria”, como lamentaba Isabel San Sebastián en un reciente artículo, por cierto, citado con entusiasmo hincha por Sánchez Dragó en el telediario de Telemadrid (sí, en la tv pública madrileña, saltándose no ya el respeto al pluralismo político, que me río yo de eso en TeleEspe, sino la básica división entre opinión e información).

Lo peor es que muchos en el PP están esperando –y hasta deseando- que Rajoy pierda de una vez. Que pierda para cerrar una página negra de la derecha española: un callejón sin salida.

El verano empezó con Piqué diciendo “adeu, Rajoy”. La caída hacia el abismo se precipitó poco después con la sentencia del 11-M, que condenó definitivamente la mayor mentira de Estado de nuestra historia, montada por Acebes y Zaplana (con el beneplácito de Rajoy) en tres días y continuada por los amiguetes de El Mundo y la Cope durante casi cuatro años.

Y en las últimas semanas, mientras Solbes anunciaba que seguiría en la política activa acompañando a Zapatero, Rato daba un sonoro portazo marchándose a la empresa privada y cerrando cualquier especulación sobre su posible incorporación a unas listas peperas tan huérfanas de talento.

Pero sigamos. Por un lado Bono, banderín de enganche del voto centrista del PSOE, anunciaba su vuelta. Por otro, su amigo Gallardón mostraba en público sus lágrimas de soledad en la presentación de un libro sobre Fraga a la que, por cierto, no acudió Rajoy. Baste recordar que en ese libro Fraga le recomienda “suerte a Rajoy, que no la tiene”, para entender la quiebra entre el gallardo-fraguismo centrista y el ala dura capitaneada por AceZaRa (Acebes, Zaplana y Rajoy).

Rajoy ha perdido la iniciativa política: la gente de pedigrí se le va, el centrismo pepero está con las orejas gachas, Aznar reaparece cada dos por tres diciendo cada vez una burrada más gorda que suena como una bofetada en la cara de su heredero. Rajoy se ha quedado sin tiempo para hacer su viaje de nueve mil leguas hacia el centro de la política, y por eso ha depositado sus escasas esperanzas en ETA, al albur de algún atentado sangriento que dé un improbable vuelco con la consiguiente campaña de agit-prop de AVT, Cope, El Mundo..etc. Ése es el único proyecto político de Rajoy.

Y luego está Gallardón, que ése es otro tema. Si Rajoy lo incluye en las listas, pasarán dos cosas: por un lado, todo el mundo lo entenderá como la asunción total de que se va a perder; por otro, se armará la marimorena con Esperanza Aguirre. Si no lo incluye, será mal entendido por la sociedad española.

Todo esto le está pasando a Rajoy por haberse rodeado de malos compañeros de viaje: Acebes y Zaplana son la garantía de la derrota. La Cope y El Mundo, también lo son. Ellos, y nadie más, les asestarán la puntilla a Ra, ya lo verán. A Rajoy le va a pasar como a César en la obra de Shakespeare, en la que cada uno le va dando su puñalada hasta llegar al último, su mejor amigo, Bruto, que a sus espaldas había urdido la conspiración. Cuando Bruto le va a apuñalar, César, sorprendido, le dice, “Et tu, Brute?” (¿Tú también, Bruto”).

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viernes, diciembre 14, 2007

Y si...

Acercándonos a las fechas de las elecciones salen a flote, como resumen de una legislatura pródiga en conquistas sociales, serios interrogantes sobre qué haría el PP en caso de ganar las elecciones. La cuestión no es baladí porque afecta a mucha gente.

Muchos gays, por ejemplo, se preguntan estos días si la derecha les quitaría el derecho al matrimonio. Probablemente sí. De lo contrario no se habrían manifestado con el Foro de la Familia ni habrían llevado la ley al Constitucional, ni tampoco habrían exhibido a Aquilino Polaino en el Senado, ese psiquiatra que habla en la COPE y dice que la homosexualidad es una patología producto del alcoholismo de los padres.

Muchas mujeres se preguntan si derogarían o modificarían la Ley de Igualdad, que ha derribado barreras de género antes tan invisibles como infranqueables. Es sabido que el PP está abiertamente en contra de la discriminación positiva en cualquiera de sus manifestaciones.

Muchos inmigrantes que trabajan y que vieron regularizada su situación se preguntan si los expulsarían del país. Así se podría deducir de la postura que mantuvo el PP en contra de este proceso que sacó del vacío legal a casi un millón de trabajadores.

Muchos catalanes que votaron sí al Estatut se preguntan si ese voto democrático sería papel mojado. En principio el Estatut está en el Constitucional, pero una victoria del PP podría facilitar su derogación.

Muchos profesores, padres y madres de alumnos que creen necesaria e importante una asignatura laica de valores cívicos se preguntan si el PP quitaría Educación para la Ciudadanía y restauraría la Religión como materia curricular. El proyecto educativo de Pilar del Castillo convertía esta asignatura en evaluable en igualdad con las matemáticas o la lengua. Además, Rajoy ha declarado que este proyecto pedagógico basado en enseñar los valores de la Constitución y de los Derechos Humanos le parecen “el catequismo del buen socialista”. De modo que iría fuera.

Rajoy y sus voceros radiofónicos dejaron claro en su día que “maricones”, “catalanes” y demás no eran españoles “normales”, y que el PP gobernaría para los “normales”. Atenuado el Apocalipsis mediático de ETA a base de detenciones que desmienten la campaña de confusión de la derecha, la gente mira su horizonte inmediato. Los “no normales” también son españoles, y tienen miedo de que el PP rompa la España en la que, por fin, han visto reconocidos sus derechos.

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