sábado, junio 10, 2006

José Antonio Marina y otros pequeños asteroides

Querido blog-diario-confesionario:

Hoy asisitmos, Ana, Beba y yo, junto con 400 empresarios, políticos, técnicos de administraciones o simplemente gente interesada a unas jornadas sobre RSC programadas, organizadas, difundidas y publicitadas por la Delegación de Innovación de la Junta de Andalucía. Entre los ponentes estaba José Antonio Marina, estrella fiolosófico-mediática que ha sabido traducir al idioma de la clase media las grandes cuestiones del pensamiento y la ética. JAM iba a hablar de RSC, y terminó hablando de lo mal que están hechos los estatutos de Andalucía y Cataluña (si algo puede quedarse como está, ¿para qué cambiarlo?) y de la felicidad. De qué es la felicidad, como proyecto individual ligado a un proyecto colectivo. Bien. JAM piensa que la RSC supone el principio del fin de la falta de ética en el capitalismo, o mejor dicho, el logro de que el mercado esté enmarcado en un fin ético. Ponía como ejemplo, para criticarla, una frase de Milton Friedman en la que decía que el día en el que las empresas dejasen de tener como objetivo prioritario ganar pasta, todo se iría al carajo. Y yo digo, esa trascendentalización del mercado no nos la creemos los marxistas, incluso los marxistas reconvertidos en culturalistas post-estructuralistas que hemos leído a Foucault. No, porque a fin de cuentas somos materialistas dialécticos y pensamos, puestos a ser tradicionales, que la RSC es una cultura de empresa, y que el mercado asignará recursos y repartirá beneficios. Pero no eliminárá la desigualdad. No, JAM, la igualdad no se engendrará en un mercado, aunque este pueda contribuir, humanizarse, hacer que las empresas actúen mejor. La dinámica capitalista se basa en la desigual asignación de recursos, y esa ley, la ley que surge de la plusvalía, es de hierro. Marxismo científico: lea a Althusser, que además era un tipo muy interesante que mató a su mujer y luego se suicidó. ¿Quién debe garantizar la igualdad? De cajón: el Estado. Es que yo, al menos, soy sistémico. Como dijo muy bien, entre tanto fuego artificial empresarial, la directora general de Google España, menos vender humo: la RSC está bien, pero no va a solucionar los problemas de la sociedad. Para eso, señalaba, está el Estado. Es decir, que si la RSC consiste en cargarnos al Estado, yo no juego. Que si la RSC consiste en privatizar el conflicto social y la gestión de la injusticia, tampoco juego. No, nos vendáis la moto: el capistalismo produce sociedades polarizadas, y la RSC humaniza, mejora. Pero la ruptura inherente al juego capitalista, sólo la puede suturar el Estado. La política.

Porque, en definitiva, la concepción que late bajo las palabras de JAM es la siguiente: que la sociedad está bien, que el capitalismo está bien, porque además, crea riqueza, y que de nosotros depende hacer eso éticamente. Por si le faltara poco al invento, el capitalismo produce responsabilidad. Produce ética. Pero coño, cuando estos filósofos hablan de ética, ¿de qué ética hablan? ¿De la del Opus Dei? ¿De la ética queer? ¿De la ética de un socialdemócrata? Porque ojo, son éticas totalmente diferentes. ¿De qué hablaba JAM, maquiavélicamente, en las jornadas con tanto empresario delante? ¿De ética? No, hablaba de ideología. De política. Alguien debería escribir un artículo que se llamase algo así como "Por qué lo llaman ética cuando quieren decir política (o ideología)? ¿Por qué "ética" es el eufeminismo bienintencionado y aceptado que sustituye a"política" e "ideología"? Y la política no es una solución inteligente, como dijo, la política es la solución provisional a los problemas eternos, y sí, siempre se hace mal, a diferencia de lo que ocurre en las aulas de ética, porque la política es escoger entre alternativas donde no existe una visión ética objetiva y válida. La política es lo que me permite disentir de JAM, del Opus, de la Iglesia o de los nacionalistas. Pero es política, no una abstracción falsamente neutra llamada ética. ¿De qué ética has hablado hoy en la charla? ¿Se puede hablar de "ética" sin explicar qué viene después, camuflado, silenciado? Yo sí lo que hay debajo: la ética de la familia tradicional, del trabajo sumiso, la del adosado y de los niños felices en el colegio. Así, la sociedad será feliz. Felices, cobraremos a final de mes. Felices, pagaremos hipoteca y coche. Empleados, empresarios, todos juntos. Lo mejor que podía producir el capitalismo es ideólogos como JAM, que son ideólogos y justificadores completos sin serlo. Que tiene la habilidad de ocultar bajo el fino manto de la "ética" el conflicto social, neutralizar la plusvalía, desactivar la desigualdad y la injusticia. ¿Y las brechas? ¿Y las rupturas? ¿Y las desigualdades? ¿Y la exclusión? ¿Y los raros? ¿Y las transexuales? ¿Y los que tienen sida? ¿Y los que no pueden comprarse un piso? ¿Seguirán siendo los otros, o el capitalismo los atraerá al Mundo Feliz del nosotros acogedor y confortable?¿He de aceptar ese "modelo ético" de consumo para satisfacer a empresarios con inquietudes?

JAM habla de que los empresarios vayan a las aulas a explicar qué es la empresa. ¿Así, sin más? ¿Los empresarios son los depositarios de la razón a impartir? ¿Al niño lo debemos formar para que sea un buen ciudadano solamente, un buen "aceptador" de leyes y normas? ¿O debemos señalarle las cloacas, que vean el abismo, la otra cara, y no ocultarle nada? ¿Debe leer un adolescente a Nietzsche? ¿PAra qué debemos estar preparados: para trabajar o para caer enfermos un día? ¿No tenemos derecho a nuestro momento de abismo, de tristeza, de dolor? ¿No somos todo eso también? ¿Qué mundo nos estáis describiendo? ¿Qué mundo? ¿Qué mundo?

Hoy, una canción para soñar. De Roy Orbison.


sábado, junio 03, 2006

El peso del sol: corazón de cuero

Ha cambiado la atmósfera: es verano. Ha llegado el lametón del sol y casi no tengo tiempo para pararme a pensar en el cambio de estación que es también un cambio de vida. O no.

Casi estoy solo, casi ardiendo en una hamaca de metal platino, calentada bajo la furia del sol. Málaga esculpe formas congestionadas, edificios, asfaltos, neumáticos, palomas muertas, metales icandescentes. Paisajes marrones azotados por un amarillo de rabia, somos personas atravesadas por el metal, errabundos, pináculos invertidos de catedrales inexistentes sustituidas por grandes centros comerciales, perros que filosofan algún desvarío en la inmensidad de la masa, la masa como cosmos, como ecosistema, microbios que planifican el ocio con Viajes Marsans o Halcón y hacen reservas y vuelan con Vueling y manufacturan su tiempo en una cadena de minoristas de sueños.

Echo de menos un bar oscuro, protector como una placenta de invierno, con una voz acuosa y nostálgica meditada por un bafle amigo. Un bar soñado por David Lynch, un antro, una barra donde ponerme tóxico, sólo y acompañado, sólo o con posibilidad de hacerlo acompañado por otra persona que al final no es sino otro soporte para la soledad, otro hardware para el software que nos creamos, la ficción mediante la cual nos conocemos o nos interpretamos, la tecnología del yo que nos defiende de nosotros mismos. Las relaciones con desconocidos establecidas bajo el diapasón de una música atronadora y el místico traqueteo de flashes son la mejor administración de micropoder, la más estudiadamente espontánea, la mejor estrategia para un fin claro: ejercer el poder, producir placer/dolor durante esa noche, medirnos como seres de fuerza, naturaleza domesticada, sofisiticada. Echo de menos Home, el antro oscuro en los alrededores de Plaza de España en Madrid, dedicado a la canción Home, de Depeche Mode, donde la música era una cerveza hacia el abismo de la noche: The Cure, New Order, Joy Division, Depeche Mode, The Smiths, The Mission... Acodado en el cuero. Cuero siempre. Cuero negro. Como mi corazón. Como la noche. Y resulta que es verano. Y el cuero arde. Lo pasaremos como podamos.