lunes, octubre 29, 2007

La derecha y las minorías

Después de romper la unidad de España, entregar el presidente a ETA, pedir la abdicación del Rey, negar el cambio climático y luego negar la negación del mismo, la derecha mediática tiene otra misión estratégica en su tarea de asalto al poder perdido: crear la minoría. La idea, el concepto, la noción y sobre todo, el estigma de la minoría política, social o cultural. La minoría, por supuesto, entendida como algo erróneo, ilegítimo, antiespañol y antidemocrático. Es la ideología de la minoría.

El mecanismo tiene dos objetivos, y los dos coherentes con el pensamiento neoconservador: El primero es convertir, mediante una equívoca asociación de palabras, lo mayoritario en minoritario. Esa es la razón por la cual es fácil hallar en El Mundo, el ABC o La Razón un titular que insista en la fórmula: “El PSOE y los grupos minoritarios aprueban…” O, con más énfasis semántico: “El PSOE y las minorías nacionalistas impulsan…”, cuando en realidad el PSOE es el partido mayoritario y el PP no sumaría nunca apoyos suficientes.

Pero la yuxtaposición, en la psicología lingüística de la Gestalt, es igual a equivalencia. Por eso, el sentido que sintetiza el cerebro es: “El PSOE es un grupo minoritario y antiespañol igual que los partidos nacionalistas”. El sustrato popular del “dime con quién andas, y te diré quién eres”, subyace en esta operación.

La segunda parte, sin embargo, es la más peligrosa. Consiste en restar legitimidad democrática a cualquier partido que no sea o mayoritario, o de ámbito nacional. Ahí radica el comienzo de lo que Arjun Appadurai ha denominado “el rechazo de las minorías”. Según este sociólogo de origen hindú, la idea de “mayoría” constituye el núcleo del discurso nacionalista post-moderno en la era de la Globalización, que se basa primero en la identificación de la minoría como el obstáculo hacia la plenitud nacional, y luego en su sistemática negación, deslegitimación y, en algunos casos, hasta eliminación.

La ideología “mayoritarista” produce, por tanto, un enemigo interno: asocia la nación a la supuesta mayoría y la anti-nación a la minoría. Cuando el PP dice “somos España”, el sujeto sobreentendido presupone un “nosotros”. Nosotros –el PP- somos España. Luego ellos, el PSOE, las minorías, no lo son.

Appadurai afirma que este nacionalismo post-moderno está alimentado por la “angustia de lo incompleto” y por la “incertidumbre” propias de la globalización. Frente a esos dos factores de inestabilidad, las derechas se hacen equivaler normativamente a la nación, a lo normal, a lo conocido. La palabra clave, utilizada con maquiavélico acierto por el PP en las municipales, es “confianza”. Ellos son la mayoría, ellos son España. Y frente a aventuras con las minorías, ellos proporcionan confianza.

Supongo que lo que procede es contestar que España somos todos; que negar la diversidad es antidemocrático, irresponsable y hasta antipatriótico. Que ellos perdieron la confianza de los españoles porque la traicionaron a base de mentiras interesadas. Y con las mismas mentiras tratan de ganar lo que perdieron.

Pero, ya desde la revolución francesa, la historia nos demuestra que es complicado combatir la estimulación nacionalista de los sentimientos más básicos. Ese, y no otro, es el verdadero desafío de la izquierda en el siglo XXI.

Artículo original en El Plural

martes, octubre 16, 2007

Generación Nocilla

Se habla últimamente (visto y oído en Público, El Cultural y parte de la blogosfera) de la existencia de una Generación Nocilla. Aunque en un primer momento la fórmula ha sido aplicada al mundo literario, renovado por la innovadora y sorprendente novela Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, es posible que el concepto pueda englobar a toda la hornada social de los nacidos en la década de los 70.

Según esta hipótesis, la Generación Nocilla posee la doble característica de ser la primera en haber metabolizado Internet en su ADN cultural, y de haber crecido en el ambiente de bienestar español de los setenta y ochenta. La Generación Nocilla –o también denominada Afterpop- fue la primera en recibir el impacto de la llegada del desarrollo económico a España. La Nocilla y el Tulipán, La Bola de Cristal, Encuentros en la Tercera Fase o la Guerra de las Galaxias forman parte de su genética cultural y nutritiva.

No tienen dogmas políticos, pero sí una fe racional y emocional en las nuevas tecnologías y la informática. Aunque inevitablemente española, ésta es la primera generación global de nuestro país. Crecieron en un mundo lleno de catástrofes globales y en su subconsciente anida la convicción de que las soluciones también habrán de ser globales.

Se manifiesta en la blogosfera, crecen en comunidades virtuales, comparten música, películas, ideas, fragmentos. Plurales, diversos, tienden a ser de izquierdas, con una fuerte inclinación por la abstención: no ven que la política refleje la nueva realidad que ellos sí ven y viven. Siempre piensan que las cosas se podrían hacer de otra forma. Esta generación se moviliza cuando percibe graves injusticias como la Guerra de Irak o las mentiras del 11-M. Desconfían de los partidos políticos. No creen en el PP, pero vivieron la época del último Gobierno de González y miran con recelo al PSOE.

Son urbanos, ecologistas y europeístas. Y todo ello sin furor: más bien con una mirada I+D+I. Su ética no es de mínimos, pero tampoco es maximalista ni dogmática: más bien reflexiva, algo apática a veces, pero no desertora. En 2004 votaron mayoritariamente a Zapatero, que es el político que más se parece a ellos, pero (¡atentos!) podrían quedarse en casa el día de las próximas elecciones si algo no les cuadra.

En realidad, cualquier “generación” es siempre una fórmula periodística capaz de sintetizar lo que identifica a cientos de miles de personas de una misma edad. Difuminada la sociedad de clases, ahora buscamos explicarla escalonando a sus miembros en sucesivas “generaciones”.

Pasó el 68, la Movida, la generación X, la JASP. Ninguna cambió el mundo totalmente a su favor, pero todas dejaron su huella, trazaron el perímetro difuso de una estética y de una emocionalidad compartida. Ahora tanteamos un nuevo concepto, la Generación Nocilla. ¿Existirá?

Artículo original en El Plural

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domingo, octubre 14, 2007

El rey del ridículo

Los publicistas del PP maquinaron una polémica en la que se creyeron vencedores: la de los símbolos nacionales. Escogieron con oportunismo una fecha: el día de la Hispanidad. Y se atrevieron con un formato nuevo: el falso vídeo institucional. Con un maquiavelismo tan desvergonzado como irresponsable, pensaron que con un poco de suerte podrían provocar a nacionalistas vascos y catalanes para que quemasen hoy banderitas y fotos del rey. Y que Zapatero, el débil Zapatero, aparecería como único responsable de aquel desaguisado.

Pero la estrategia parte de dos hipótesis y las dos erróneas: que la sociedad española es retrasada mental y que no tiene memoria. La primera fue contundentemente rechazada del 11-M al 14-M cuando el Gobierno del PP utilizó en vano todos los medios a su alcance para hincar una patraña en la sociedad y ganar unas elecciones que al parecer tenían ganadas: televisión pública, debate antiterrorista, miedo rojo y hasta la diplomacia. No picamos. La segunda hipótesis se desmiente automáticamente cuando vemos este falso vídeo institucional de Rajoy. De inmediato nos viene a la memoria que quien nos habla es el vicepresidente de aquella mentira de Estado. Que quien nos anima a mostrar nuestros sentimientos patrióticos es el mismo que ocultó el desastre del Prestige y confundió el petróleo con plastilina. Que quien honra a la bandera que cubre el féretro de nuestros soldados respaldó una guerra injusta y hecha con mentiras en la que mueren a diario decenas de personas. Que quien se declara defensor de lo que nos une acusó al presidente de todos de “haber traicionado a los muertos”.

Nos acordamos de todo eso, y en ese momento el vídeo revela su naturaleza de cartón piedra, su tufo de spot de teletienda nacional, su carácter fraudulento de mamarrachada integral. Los publicistas del PP idearon una estrategia –polémica, fecha, formato- en la que sólo fallaba una cosa, la más importante: la persona, el hombre, Rajoy. Cuando el candidato aparece en la pantalla, el español con memoria identifica al perfecto monarca de la mentira. Alguien que traicionó la confianza de sus electores hasta perderla para siempre, y cuya desesperación política lo lleva a hacer el ridículo irreversiblemente.

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lunes, octubre 08, 2007

El vídeo del PSOE

Después de haber visto el vídeo de JSE me viene a la cabeza que tengo amigos del PP que no responden a esa categoría de lelo, memo y fascistoide. En la camada popular, es decir en las Nuevas Generaciones, hay tipos normales, tolerantes, que ven bien el matrimonio gay, la igualdad entre el hombre y la mujer y hasta Educación para la Ciudadanía. Ninguno de ellos, por cierto, se ha sentido ofendido por la gamberrada de las JSE. Sencillamente, no se han visto retratados por la parodia, ni en la ideología ni las formas.

Quienes lo han visto como un peldaño más en la escalada hacia la destrucción de los valores y la unidad España han sido, precisamente, sus mayores. No por beligerante la terrible acogida que en la prensa conservadora ha tenido el vídeo de las Juventudes Socialistas era menos previsible. Se ha calificado al vídeo de “burdo”, “simplista” y “que retrata a sus autores” (ABC). Arcadi Espada (El Mundo) escribe sobre el asunto: “La impune invisibilidad del subnormal de izquierdas se observa claramente en este video/logse.” Justino Sinova (El Mundo) afirma que los autores del vídeo no tienen educación ni respeto por las ideas de los demás (!).

Resulta paradójico que quienes han cargado a diario sus tintas contra el “pijerío progre”, el “pensamiento políticamente correcto”, o “el progresismo de salón”…etc, etc, parodiando en artículos de opinión y blogs a quienes no comulgaban con el recetario neocon sientan ahora en carnes propias el humor del adversario como una herejía incívica. El vídeo podrá gustar más o menos. Hasta ahí todo perfecto. Pero, ¿por qué la esquematización política vale en forma de columna incendiaria y desestabiliza cuando se presenta en forma de vídeo? ¿Es el “canutazo popular” de veinte segundos un género superior de comunicación al simulacro socialista en formato wmp?.

Bien examinado, el vídeo no exhibe siglas políticas, y se limita a trazar una dualidad de conceptos y formas llevadas al extremo de la parodia. Quien tuvo la idea sabe que el éxito de este género se basa en encontrar el hilo que vincula la la realidad con su deformación monstruosa. Y la reacción en contra prueba su acierto: Quienes identifican perfectamente al personaje del Lacoste son quienes se sienten en la piel del cocodrilo. Ni más ni menos.

Precisamente, lo que escuece a Arcadi Espada, Ignacio Camacho o Pedro J. Ramírez no es lo parodia -que ellos practican sin cesar-, sino la eficacia pasmosa del medio para resumir dos visiones políticas contrapuestas. Se trata de un argumentario audivisual en tres minutos: afilado y ágil, que se propagará por e-mails y recorrerá blogs. Les duele la novedad.

Pero la parodia definitiva tiene un titular y una foto. Las palabras: “Los del PP no somos pijos, sino currantes”. La imagen: el registrador de la propiedad sonriente, vestido con traje, corbata y casco de obra.

San Lakoff escribió que Nixon perdió cuando salió a la pantalla y respondió a las acusaciones de sus adversarios: “no soy un chorizo”. Entonces, explica el semiólogo, todo el mundo pensó que era un chorizo.

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