La derecha y las minorías
Después de romper la unidad de España, entregar el presidente a ETA, pedir la abdicación del Rey, negar el cambio climático y luego negar la negación del mismo, la derecha mediática tiene otra misión estratégica en su tarea de asalto al poder perdido: crear la minoría. La idea, el concepto, la noción y sobre todo, el estigma de la minoría política, social o cultural. La minoría, por supuesto, entendida como algo erróneo, ilegítimo, antiespañol y antidemocrático. Es la ideología de la minoría.
El mecanismo tiene dos objetivos, y los dos coherentes con el pensamiento neoconservador: El primero es convertir, mediante una equívoca asociación de palabras, lo mayoritario en minoritario. Esa es la razón por la cual es fácil hallar en El Mundo, el ABC o La Razón un titular que insista en la fórmula: “El PSOE y los grupos minoritarios aprueban…” O, con más énfasis semántico: “El PSOE y las minorías nacionalistas impulsan…”, cuando en realidad el PSOE es el partido mayoritario y el PP no sumaría nunca apoyos suficientes.
Pero la yuxtaposición, en la psicología lingüística de la Gestalt, es igual a equivalencia. Por eso, el sentido que sintetiza el cerebro es: “El PSOE es un grupo minoritario y antiespañol igual que los partidos nacionalistas”. El sustrato popular del “dime con quién andas, y te diré quién eres”, subyace en esta operación.
La segunda parte, sin embargo, es la más peligrosa. Consiste en restar legitimidad democrática a cualquier partido que no sea o mayoritario, o de ámbito nacional. Ahí radica el comienzo de lo que Arjun Appadurai ha denominado “el rechazo de las minorías”. Según este sociólogo de origen hindú, la idea de “mayoría” constituye el núcleo del discurso nacionalista post-moderno en la era de la Globalización, que se basa primero en la identificación de la minoría como el obstáculo hacia la plenitud nacional, y luego en su sistemática negación, deslegitimación y, en algunos casos, hasta eliminación.
La ideología “mayoritarista” produce, por tanto, un enemigo interno: asocia la nación a la supuesta mayoría y la anti-nación a la minoría. Cuando el PP dice “somos España”, el sujeto sobreentendido presupone un “nosotros”. Nosotros –el PP- somos España. Luego ellos, el PSOE, las minorías, no lo son.
Appadurai afirma que este nacionalismo post-moderno está alimentado por la “angustia de lo incompleto” y por la “incertidumbre” propias de la globalización. Frente a esos dos factores de inestabilidad, las derechas se hacen equivaler normativamente a la nación, a lo normal, a lo conocido. La palabra clave, utilizada con maquiavélico acierto por el PP en las municipales, es “confianza”. Ellos son la mayoría, ellos son España. Y frente a aventuras con las minorías, ellos proporcionan confianza.
Supongo que lo que procede es contestar que España somos todos; que negar la diversidad es antidemocrático, irresponsable y hasta antipatriótico. Que ellos perdieron la confianza de los españoles porque la traicionaron a base de mentiras interesadas. Y con las mismas mentiras tratan de ganar lo que perdieron.
Pero, ya desde la revolución francesa, la historia nos demuestra que es complicado combatir la estimulación nacionalista de los sentimientos más básicos. Ese, y no otro, es el verdadero desafío de la izquierda en el siglo XXI.
Artículo original en El Plural