lunes, abril 28, 2008

La derecha contra la cultura

Afirmar que la cultura, en España, es de izquierdas, sería una declaración tan liviana como decir que los andaluces somos vagos y los catalanes, hacendosos. Donde la historia de los tópicos ve indolencia endógena, la ideología que profeso ve injusticia histórica. El hecho objetivo es que, sea por indolencia propia –lo niego-, o por injusticia histórica –lo afirmo- Andalucía ha vivido un claro retraso con respecto al resto de España.

Y el hecho objetivo es que, en España, la cultura vota mayoritariamente a la izquierda, y ante esta evidencia, tenemos dos opciones, como dos Españas hay: podemos buscar los porqués en el recetario de tópicos de la derecha cañí -¿hay otra derecha?-, que aborda la cuestión con una semántica tan profusa como esperpéntica: titiriteros, mantenidos, rojelios, sociatas, chupópteros, untados, pseudointelectuales, intelectualoides a sueldo, comunos…etc; o elaborar una radiografía histórica más seria que identifique las causas de este alineamiento progresista de la cultura española. Trataré de hacer esto segundo, en la brevedad efímera de un artículo.

La cultura, en otros países, es la piel ideológica de la diversidad interior, el espejo plural de sus conflictos. Pero en España cualquier diversidad cultural se ha estrellado contra la columna vertebral del nacionalismo hispano: el catolicismo. Mientras la derecha francesa –por ejemplo- es republicana y laica, y define a Francia por sus principios liberales y democráticos surgidos en la Ilustración, la derecha española explica España por su unidad sentimental, la negación de su diversidad, y su tradición de fe, exacerbada en el simbolismo fundacional de la expulsión de los “moros” y los “judíos”, como Aznar se encarga en repetir una y otra vez.

El nacionalismo español, la derecha española, es melancólica, irracional, sentimental, en las antípodas del falso liberalismo bajo el que, ahora, pretenden ocultarse. Frente al avance de la razón por toda Europa, la derecha nacionalista española, tan montaraz, se blindó al grito unamuniano de “¡que inventen ellos!”. Nada nuevo. Aquel grito de desprecio hacia la modernidad proviene de una inveterada tradición patria por la que se ha perseguido y exterminado a inventores y creadores, considerados herejes peligrosos.

Así, mientras la II República hizo de la educación y la cultura un objetivo social y político, el franquismo clausuró esa ebullición creativa a cañonazos sentimentales, asesinando a poetas y artistas de todo tipo, encarcelando a pensadores y expulsando a intelectuales.

En el erial del franquismo, la cultura en el exilio jugó un papel fundamental de resistencia. Cuando se terminó aquel éxtasis de derecha dictatorial, aquellos exiliados volvieron al su país trayendo aires de libertad. Con este historial, no es difícil comprender esa animadversión hacia la cultura de una derecha que no sale del convento, y la preferencia progresista del tronco básico de nuestro árbol cultural.

Basta oír las ondas populares, leer a los liberales digitales, hojear las páginas amarillas del mundo conservador para darse cuenta de que cualquiera de estos diplodocus suscribiría aquello de… “cuando hoy la palabra cultura, me echo la mano a la pistola”.

Artículo original en El Plural

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lunes, abril 21, 2008

El 68 cumple 40

El mayo del 68 cumple 40 años. La ola libertaria que sacudió al mundo al grito de “prohibido prohibir” llega, por tanto, a su madurez. Y pese a los intentos de la derecha neoconservadora de enterrar aquel espíritu, al que acusan de estar en el origen del “terrorismo” (todo es terrorismo para ellos), es ahora, 40 años después, cuando se hacen realidad muchos de aquellos sueños.

La preocupación ecologista, el feminismo, los movimientos de liberación gay, el credo antirracista o el pacifismo no son expresiones de “buenismo” ingenuo, sino auténticos caballos de batalla de la modernidad. El 68 no fue liberal, ni comunista, ni socialdemócrata. No tiene una ideología reductible a siglas partidarias, pero tiene autores: desde Marcuse a Sartre, pasando por Michel Foucault o Gilles Deleuze; tiene héroes: Daniel el Terrible; y tiene víctimas, en las revueltas de México, en las de París, Berkeley o Berlín.

Y como toda utopía que se precie, añadiría, tiene también sus traidores: en Francia, con los mediáticos Glucksmann o Henri Lévy; en España, donde la nómina de arrepentidos incluye a gentes tan dispersas como Gabriel Albiac, Federico Jiménez Losantos, Fernando Savater y hasta Antonio Muñoz Molina, todos ellos muy preocupados ahora por la Unidad de España y distribuyendo sus filias políticas entre el PP y UPyD.

Lo más interesante es que el 68 ha sobrevivido al 68. Más allá del guevarismo y los graffiti, del happenning y la ‘Nouvelle vague’, de las comunas sin comunismo y las drogas sin conciencia. Más allá de sus detractores y sus renegados, del 68 persiste el aliento de cambio, la obstinada fe en la justicia social y la liberación de los individuos. . “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, rezaba uno de sus eslóganes. ¿Acaso podemos prescindir de ese anhelo?

Aquel temblor cósmico que sacudió París, Tokio o Berkeley no sucumbe a sus intentos de negación de Sarkozys o Berlusconnis. Y creo que ha encontrado en la España actual una de sus mejores realizaciones políticas, 40 años después.

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lunes, abril 07, 2008

Lesbiana, “situación irregular”

María Rey Santos ya no puede participar en las actividades de la Hermandad de la Virgen de la Encarnación, de Abenójar (Ciudad Real). Su delito, su pecado: ser lesbiana, amar a otra mujer. Según el obispado, se encuentra en “situación irregular”, que es el eufemismo que han encontrado para decirle a María que sobra en la casa de Jesús, que es poco menos que una apestada en un club de almas rectas.

Siempre ha existido y se ha llevado bien mientras se llevase en silencio. Entre los curas, o en las Hermandades, como en el resto de la sociedad, siempre ha habido y siempre habrá homosexuales. Para que dejase de haberlos, tendrían que dejar de nacer, y hasta que la derecha política y social no encuentre la fórmula biogenética, la pastilla cristiana, para evitar que el hijo te salga gay o lesbiana, seguirán naciendo. A pesar de HazteOir.org; a pesar del PP; a pesar de las Tardes con Cristina. Seguirán naciendo gays y lesbianas, y transexuales, y nacerán en todo tipo de familias. También en las ricas familias del OPUS y de los “kikos”. En las pobres, en las payas y en las gitanas.

¿Qué ha hecho mal María Rey Santos? Básicamente, creerse el buen rollito que respiraba en su Hermandad, de la que era Vicepresidenta, dar un paso al frente, y casarse. Tal vez pensó que la jerarquía católica se parecía más a las bases cristianas, más tolerantes y respetuosas que sus superiores. Y hete aquí que formalizando su situación, legalizándola, pasa a convertirse en una “irregular” para la Iglesia.

Tal vez, en breve, también expulsarán a quienes no objeten contra Educación para la Ciudadanía, o a quien se declare socialista, o republicano, o quien afirme escuchar la SER en lugar de la COPE, o cualquier cosa. Por supuesto, abortar o pedir la eutanasia no es motivo de expulsión, sino de cárcel. Al fin y al cabo, la Iglesia ha sido una fábrica milenaria de gente en “situación irregular”, de herejes eliminados de la vida pública y hasta de la vida. Como señalaba el fallecido Paco Vidarte, si se crease una Asociación de Víctimas del Terrorismo Homofóbico, ésta sería la que más militantes tendría de todas.

No es necesario citar la Ley de matrimonio homosexual para defender a María. Antes existe la Constitución española, que en su artículo 14 proclama los mismos derechos para todos y todas, sea cual sea nuestra condición personal o social. La Iglesia, tan patriota, tan defensora de la moral nacional a la hora de pedir el voto, no se aplica los principios del Estado de Derecho, y parece olvidar la Constitución en aquello que no le conviene. Y olvidan también que, según nuestra Carta Magna, España es un Estado aconfesional. Y hasta olvidan las palabras de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”, porque si amas, lo que hagas habrá salido del amor, tal vez, el mayor pecado de María.

Hoy hemos sabido, gracias a El Plural, que el Orgullo de 2008 versará sobre la visibilidad de las lesbianas. Creo que puede ser una ocasión espléndida para pedir el final del Condordato. Ningún grupo merece un trato de favor: Menos aún quien no respeta a los demás en su legítima identidad. Porque será difícil trabajar por la visibilidad de las lesbianas y de los gays mientras financiamos con dinero público a discriminadores profesionales como el obispo de Ciudad Real.

Artículo original en El Plural

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martes, abril 01, 2008

Moros en la costa

Después de saborear un merecido triunfo de la izquierda, se impone la reflexión y el análisis. Detrás la evidencia de la victoria del PSOE por un millón de votos se ocultan algunas nada desdeñables debilidades sociológicas del discurso socialista en determinadas zonas de España.

La pérdida de peso en muchos ámbitos urbanos del arco mediterráneo y la mitad sur debería mover a la reflexión -desde el sosiego y sin alarmismo-, analizar las causas y determinar posibles soluciones. Lo peor que se puede hacer cuando se detecta una tendencia adversa es no hacer nada, pensar que es coyuntural y que ya pasará. Y la primera piedra de esa reflexión es identificar y reconocer el fenómeno. Porque sí, parece claro que en la costa, al menos en la costa mediterránea, hay “moros”.
Que nadie malinterprete mis palabras. “Moros en la costa” es una expresión popular que designa que el adversario se acerca, que está en el escenario y que es mejor tener cautela. El PP tira en las zonas urbanas, que suelen situarse en la costa. Prácticamente en todas las grandes ciudades de Andalucía la derecha ha avanzado, ampliado su victoria allá donde ganaba o recortado distancias donde perdía. El fenómeno de Valencia y Murcia es el más claro y sangrante de todos: en esas dos comunidades el PP vence en todas las elecciones y casi a todos los niveles.

¿Por qué? En las nuevas zonas urbanas –pueblos que han crecido rápidamente en la vorágine de un urbanismo voraz, urbanizaciones con o sin campos de golf…etc- se produce un fenómeno llamado “gentricismo”: capas de población que provienen de antiguos barrios obreros, gente desclasada que ha olvidado sus raíces y se ha sumado al discurso del “nuevo rico” de la construcción y sus aledaños que el PP ejemplifica a la perfección. Este fenómeno, que explica además por qué los casos de corrupción urbanística casi no perjudican a la derecha, se da en Valencia, Murcia, Madrid y las zonas costeras de Andalucía.

En las zonas urbanas consolidadas, o mejor dicho, en los grandes barrios “obreros”, antiguo aluvión de emigrantes del interior, y tradicionales graneros de voto socialista, el PP tiene margen para crecer con el discurso xenófobo, como ya probaron a hacer en la campaña electoral, y habría que analizar bien, con los datos en la mano, el comportamiento electoral en estas zonas de interés prioritario para el PSOE.

Otra hipótesis, compatible con las anteriores, es que los grandes núcleos urbanos son más permeables a la presión mediática, dominada ideológicamente por la derecha en su adhesión a las tesis más duras del PP, mientras que en las ciudades medianas y pequeñas el discurso político se construye de manera comunitaria, con un profundo poso de la memoria histórica, sobre todo en Andalucía. Ahí el voto del PSOE resiste bien o incluso aumenta.

Los antídotos no son fáciles. En las nuevas zonas de expansión ha calado el mensaje que identifica al PP con el desarrollo urbanístico, y al PSOE con el parón de la construcción y el paro consecuente –sobre todo en Andalucía-, con las nuevas leyes urbanísticas de la Junta. La realidad se aproxima a lo contrario: el PP ha promovido una política municipal irresponsable e insostenible, que no sólo ha dilapidado el suelo de las ciudades –buscando las plusvalías de los convenios, y enriqueciendo a promotores afines-, sino que ha hipotecado su futuro económico, sin diversificar la economía y sin atraer inversiones productivas. El paro de ahora es consecuencia, sobre todo, de esta política. Basar la economía en la construcción es pan para hoy y hambre para mañana. Al PP de estas ciudades le ha salido demasiado bien la jugada que consiste en vender la propia ciudad hasta quedarse sin nada, desclasar a mucha gente, crearles la ilusión del “nuevo rico”, y luego echarle la culpa del paro al PSOE cuando ya no queda un metro cuadrado sobre el que edificar.

Si pensamos en el discurso xenófobo y neopopulista sobre la inmigración, debemos tener en cuenta que es un mensaje irracional, destinado a crear miedo en la población, y ante el cual oponer un mensaje racional puede no servir de mucho. En otras palabras, frente al miedo al otro, tal vez no sea suficiente argumentar que los inmigrantes han sido el motor de la economía en los últimos años, y que España no debe olvidar que en su día fue un país de emigrantes. No sé si el antídoto perfecto es alertar y crear un miedo contrario sobre el peligro real que supone el discurso de Lepen para la convivencia en esos barrios, pero pienso que puede ser más eficaz por su componente emocional.

Con respecto al papel de los medios de comunicación, ya he escrito mucho sobre el tema. Mientras a la derecha el trabajo duro de desgaste del PSOE se lo hagan los medios, y esto no suceda a la inversa, hay poco que hacer. Además, hay que implantar en la izquierda la cultura de que, hoy por hoy, se hace más política en los medios de comunicación que en los foros institucionales.

El fenómeno está, existe. Con variaciones locales, pero con unas pautas comunes. Querer verlo, o no, es ya una decisión política. Las soluciones no son fáciles, pero existen. Al menos todavía.

Artículo original en El Plural

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