miércoles, febrero 22, 2006

Inspiración políticamente responsable

Dan Browm, el multimillonario autor de best-seller que dio a luz El Código da Vinci, ha escrito una novela que ya ha inundado todos los libródromos del mundo y que tiene una particularidad que ha causado bastante revuelo por estas latitudes: pone a parir a Sevilla. Yo no voy a constatarlo, no voy a leer su último libro de la misma forma que no leí El Código, y esto lo hago por una cuestión pura y simple: padezco un terrible elitismo cultural, que me impide ver la realidad y la calidad de estas novelas tan vendidas y tan leídas. Si no leer a Dan Brown es ser un Stalin intelectual, será que lo soy, que soy un sujeto incapaz de bajar de las alturas y mezclarme con los gustos populares. Además, estas novelas suelen tener unas 600 páginas y tengo por norma no leer nada superior a 300 si no lo ha escrito Proust. En fin. Al tema.

Sevilla a parir en la novela de Browm. Al parecer, una sarta de tópicos y lugares comunes, incorrecciones históricas e imprecisiones sociales sobre Sevilla trufan la novela. Bondades de la literatura popular. Pero lo que late detrás de esta polémica absurda es la de si es legítimo o no ser injusto en una creación literaria acerca de un lugar, un colectivo. Lo políticamente correcto quiere ahora encorsetar la inspiración, poner cotos a la imaginación. Piensa, imagina, describe, pero sin hacer daño a nadie. La muerte de la literatura. Dan Browm andará escaso de imaginación e inspiración y holgado en negros y asesores editoriales. Pero, ¿andaba Baroja huérfano de musas cuando pintaba un Madrid oscuro y deprimente? ¿Y Luis Martín Santos? ¿Y John Dos Passos con Nueva York? Si yo escribo una novela sobre Nueva York y la pinto como una ciudad hostil, sucia y violenta, una jungla irrespirable llena de injusticias sociales y con unos servicios públicos casi inexistentes... ¿Vendrán en tromba voceros de Nueva York para decirme que corrija eso en mi novela?

A pesar de ser malagueño, amo Sevilla. Y como yo, tanta gente. Si algo me gusta menos de esa magnífica ciudad es el ego colectivo que los hace padecer una susceptibilidad a veces exagerada. Lo que escriba Browm debería parecernos dos cosas: producto de la mediocridad consustancial de la literatura industrial y algo, en cualquier caso, dentro del legítimo terreno de la ficción, donde hasta ahora todo era posible.

lunes, febrero 20, 2006

Alianzas Santas y el síndrome de Foucault

El filósofo italiano Paolo Flores d'Arcais (los italianos suelen ser brillantes a la hora de abordar la cuestión del laicismo, desde todas las perspectivas) publicó este domingo en El País un excelente análisis sobre la posición de cierta izquierda en torno a la crisis de las caricaturas de Mahoma. Critica Flores d'Arcais lo que él denomina el 'síndrome de Foucault', es decir, el empeño ciego por parte de la izquierda por el "respeto por la diferencia". Pero, ¿qué diferencia?, se pregunta el filósofo. Efectivamente, resulta inadmisible respetar una diferencia fanática basada, entre otras cosas, en la incapacidad de respetar las diferencias de los demás. Otra consecuencia de este falso "respeto a la diferencia" consiste en construir bloque virtuales, "diferentes" entre sí, pero erróneamente homogéneos en lo interno. Esa es la farsa epistemológica que se oculta tras la Alianza de Civilizaciones si consideramos ésta como una dialéctica entre mundos que se deben respetar y reconocer, pero no confluir en unos valores comunes. Si respetamos a la comunidad islámica en su diferencia más radical, negamos la existencia de musulmanes moderados, de musulmanes demócratas y laicos que luchan por la libertad de expresión en sus países y sufren, por ello, la cárcel y las iras del sistema teocrático. La dialéctica poder-contrapoder foucaultiana no puede servir para justificar cualquier indignación, ni para excusar con la identidad ofendida la barbarie ni, en su versión más refinada, la censura. No podemos situar el límite de la libertad de expresión en la indignación por la crítica o la sátira o la mofa de las creencias, porque eso es darle las llaves de nuestro valor matriz a quienes no creen en ese valor.

Hay otra consecuencia esta ambigüedad, y es darle a la derecha la posibilidad de convertirse en defensores de una libertad de expresión más que cuestionable en su naturaleza. Si los mismos periodistas de La Razón, o ABC, o la COPE que ahora braman por esa susodicha libertad de expresión, se enfrentaran a sátiras corrosivas y humillantes sobre la religión católica, su reacción sería bien distinta. Voy a recordar hoy aquí que en Madrid, hace un par de años, un autor teatral estrenó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid una obra titulada "Me cago en Dios", con la consecuencia funesta de que unos exaltados le pegaron una paliza a la salida del teatro y de que la "liberal" Esperanza Aguirre ordenó retirar la obra de una "Teatro público".

jueves, febrero 16, 2006

Normal Mailer sobre la Mafia

"Les rodeaba un aura breve que decía: 'si me escupes en los zapatos, eres hombre muerto'"

lunes, febrero 13, 2006

Asociación de Víctimas y negociación con ETA

Si iba, querría hacerse la foto. Él, el traidor, el que negocia con ETA, buscando la imagen con las víctimas que lavara su cara de profético benefactor terrorista. Si no iba, era una nueva traición, una ausencia imperdonable. En este cul de sac, la pitada se va a producir, con Zapatero en la escena o fuera de la misma. El PP ha visto en la Asociación de Víctimas del Terrorismo su mejor aliado emocional, el alma sensible de una nación llamada España, tocada en la membrana más íntima, la vida, su libertad, pero el dolor no debería politizarse. Una vez politizado, no hay dolor, sino pornografía obscena de la emoción, valor de uso y de cambio, mercantilización de lo intangible e industrialización del sufrimiento. El poder produce sus víctimas, podríamos decir, vestidas con su discurso, hechas a su imagen y semejanza, con la geografía y la silueta de un partido político. La estrategia es clara: sembrar una duda, como las del 11-M, la duda de si Zapatero está cediendo, de si está reculando ante los asesinos. Así, un proceso de desarme será vendido, por la oposición, como una claudicación frente al terrorismo. Si ETA sigue matando y la policía los persigue no hay duda, todo está encajado, el mundo halla su equilibrio: España tiene unos enemigos, y los combate, alguien ante quien afirmarse. Si ETA deja de matar y la policía no los persigue, nunca se sabrá por qué ETA deja de matar. Por qué. Y España, sin dolor manifiesto, sin su negativo monstruoso, se quedará huera de heroísmo, de la cohesión sistémica para la que Durkheim intuyó que eran tan necesarios los delincuentes y sujetos peligrosos. Sin ETA, el PP pierde el 80% de su discurso. Por eso le es tan necesaria.

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El magnífico comentario de Eduardo Madina en su blog

miércoles, febrero 08, 2006

No tengo ningún respeto por Mahoma

Razones por las que no respeto a Mahoma.

En primer lugar, porque Mahoma no existe, porque soy ateo, luego para mí no existe, y no se puede respetar una entelequia. Porque es una idea, un concepto, una ideología y no una persona, y por tanto no tengo por qué respetar todo ese aparato de esencias. Porque como concepto, me parece una patraña: una ideología que se basa en el atraso medieval, en el sometimiento del individuo a la abstracción, en la guerra santa y la recompensa con el paraíso. Porque en su nombre se mata a mucha gente, se lapida a mujeres, se justifica la inexistencia de los derechos humanos en muchos países, se institucionaliza la pobreza y el machismo y se ahorca a homosexuales. Porque no me da la gana, porque no he respetado ni respetaré el cristianismo, el protestantismo o el judaísmo, y no voy a someterme a la sharia a estas alturas de la película. Porque soy europeo y me asiste la libertad de expresión, derecho por el cual, en nombre de Mahoma, te pueden liquidar algunos fanáticos y algunos Estados innombrables. Porque respetaré siempre a las personas de bien, sean musulmanas o de cualquier religión, como respeto a las personas de derechas o comunistas, sin menoscabo de que no trague sus ideologías. Por todo eso, me declaro, con toda la bobería solemne de la que puedo ser capaz, de izquierdas, votante del PSOE, y, a pesar de todo eso, español y danés y libre para meterme con Mahoma y pensar que no, a mí no me van a acobardar.

Leo a Norman Mailer

Tras un tibio peregrinaje por textos blandos, por mundos inocuos, por aceite para engrasar motores, afronto la metamófica lectura de Norman Mailer. Ya leí, hace unos años, una novela que me resquebrajó el alma, "Los tipos duros no bailan", una novela negra que buceaba por los charcos más sórdidos del delito, el sexo y la corrupción, y ahora he cometido la insensatez de beber este laúdano capaz de crujirte los higadillos y meter humo duro en tus pulmones sin coger un cigarro. Las páginas se arrugan y arden directamente en tus labios, y la boquilla es a ratos tan amarga como dulce. Leo "América", todas las Américas que brotan de su pluma brumosa y bramante, una especie de arma virtuosa que uno ve empequeñecer ante el tamaño de los anhelos, frustraciones y delirios del autor. La prosa que te destroza y desbroza las amígdalas lectoras es la del psicópata: "un rebelde sin causa, un agitador sin eslogan, un revolucionario sin programa". América es un compendio impresionista de textos periodísticos con vocación de obra que recorren un país desconocido, a menudo olvidado por el espectador y lector de periódicos y verdades oficiales. Periodista, escritor, novelista, poeta: todo a la vez. América es una recopilación estructurada o una novela inconexa -el relato de un tiempo y un espacio-, escupida a estertores que a veces son eufóricos, a veces melancólicos o desesperados, pero siempre logrando filtrar la variedad sofisticada de matices subjetivos que impregnan las crónicas de deseos y latigazos descriptivos de realidad, crónicas en las que la realidad (¿la verdad?) se ramifica en un incomprensible magma que se interroga por sí misma, por la experiencia, por el sentido de la realidad y su realidad como texto. Periodismo desde la raíz, desde el sanguinolento desarraigo de la mirada y la aventura del hipster, del negro, del loco de Foucault, del excluido necesario: del aventurero de la experiencia que no tiene nada que perder salvo su cuerpo y su vida y hace de estos dos activos el motivo de una existencia radical. Es imposible que la letra este hombre, que cabalga en las fronteras de la generación perdida de Capote y Hemingway y es transversal a la beat generation, no te deje el alma garabateada por un punzamiento incomprensible, una variedad de angustias reconvertidas en tibio placer, una sensación de vacío de oro, de carretera perdida y de carne corrupta o corruptible, o vívida y nerviosa, que muchos intentan transmitir, pero muy pocos logran transitar. Mailer habla el dialecto existencialista de una América que se creó para sí misma un nuevo sistema nervioso compuesto por jazz, metáforas y tinieblas porque el latido conservador y estanco de la sociedad convencional les ahogaba los apetitos de vida, les atrofiaba el ritmo y les coartaba la potencialidad rebelde de un narcisismo psicopático basado en el binomio vital placer/dolor que el puritanismo se ha encargado siempre de enterrar y producir como un tubérculo latente bajo montañas de instituciones y códigos represivos. Mailer habla del desasosiego del jazz, pero también es jazz desesperado y libre su prosa, su mirada a la política, la sociedad y la cultura de su tiempo. Pocas veces escribo sobre un libro antes de terminarlo. Ahora no he podido resistir la confesión de las contradicciones que tensan mi lectura a mitad de camino. Cuando una página se mete en tu estómago como una cuña letal y te parte en dos, uno, adolescente de nuevo, abierto a la incertidumbre de los sentidos y sinsentidos, celebra la difícil comunión y el deseo místico de fundición entre el papel y la piel, entre las palabras y las cosas, entre la escritura y la vida. América.

jueves, febrero 02, 2006

Las vísceras de España

Querido blog. Las tenemos sobre la mesa. Humenates. Sangrantes. Durante algunos años, los carniceros de la España ibérica pudieron limpiar su comercio y ofrecer una imagen limpia y nítida: europea. La bellota era una marca de pureza oculta bajo un código de barras, no una metáfora de fiereza y fuerza. Ahora, cuando ya no pueden más, meten las manos en la carne y saltan las vísceras, los higadillos, las costillas, que crujen bajo las manos irritadas y la mirada hosca, la mirada que muerde la muerte, de la que es novia. Mientras, el cura bendice: impasible ante el dolor ajeno de los herejes y pecadores. En las calles de España, monjas y chicos bien recogen firmas contra la ruptura de España. Una señora grita en Cádiz: "firmo contra Cataluña". En Madrid, las religiosas hacen su labor de reconstrucción de España contra la pérfida Cataluña y la logia judeomasónica y gritan, a los periodistas de la Cadena SER, "¡no sois españoles! Aquí sí son españoles, vienen con la Verdad".

Fíjate querido blog, que tétrica paradoja ética: Fungairiño, el fiscal de la Audiencia Nacional, adalid público contra el terrorismo, y que declaró que no sabía mucho del atentado del 11-M porque él sólo veía la BBC, es homenajeado por la AVT tras su cese-dimisión. Claro, la bomba la puso la mano equivocada. Y es que hasta en eso son patriotas: prefieren a los terroristas propios, los de las montañas cercanas y txapela y pasamontañas. Acebes, ex-alcalde de la interior y aguerrida y católica Ávila, sentencia: "Zapatero es el responsable de este comportamiento". Zapatero es. Zapatero.es... ZP=0 patatero, bobo solemne, bobería progre que quiere convencer a alguien de que hay moros buenos y maricones que se quieren. En la COPE, en las Iglesias, en el ABC, en La Razón, resabios nostálgicos y palabras de apoyo a algunos militares con cojones de toro, que son los únicos que leen la patria con sentido de unidad. Resabios nostálgicos de una España de raza, heterosexual, tradicional, de Iglesia y orden, una España sin ecologistas ni pacifistas ni republicanos ni mariquitas, ya perdida, ya roti-roja, ya vendida a Marruecos y Venezuela, a los indios aymaru y a Fidel Castro.

Por eso, querido blog, me despierto, camino por mi país, por el que ellos dicen que es mi país, y vuelvo a casa salpicado de sangre e intestinos, con el olor metálico de la sangre cubierto por un tibio regusto del incienso. Los de siempre, al final, acabarán consiguiendo lo de siempre. Porque uno se acaba cansando de que, desde tanto campanario de hojalata, te salpiquen con el líquido testicular de los patriotas de verdad. Y piensa en exiliarse allá, en la fría Europa, más higiénica y lejana.

miércoles, febrero 01, 2006

Ni un paso atrás frente a Dios