El otro día tuve una discusión con varios amigos míos votantes del PP. Lo de votantes del PP lo recalco porque son von votantes sustantivos, es decir, identitarios, y sólo había que pulsar las teclas exactas (si Acebes mintió o no cuando el 11-M) para obtener una prefabricada caterva de razonamientos negadores de la evidencia, basados en suposiciones hipotéticas gestadas en la gran factoría de ficciones que es El Mundo. Pero más allá que esta gilipollez circunstancial de Acebes (habría que ver si el PSOE en su lugar no hubiese caído tan bajo) lo que me interesaba, como siempre, era el tema religioso. Se declaraban no creyentes (cosa que yo no
creo) y a la vez se oponían a una concepción laica del Estado porque, según ellos, España siempre ha sido cristiana, esto forma parte de nuestra identidad, y además, y esto es lo más interesante del asunto, la religión cumple una función social. El yo no creo pero me gusta que los otros crean es bastante común en este pensamiento neoconservador que el PP asume actualmente (se lo inventaron los de la cábala, con Allan Bloom a la cabeza, ese judío homosexual asesor de Reagan que murió de sida pero que en público escribía best-seller defendiendo la moral norteamericana). Pero el cinismo antilaico de estos sujetos, es decir, el confeccionar una absurdo
choque de civilizaciones retrotrayéndonos al cristianismo como origen de nuestra cultura superior es algo que nunca dejará de asombrarnos. La prueba de esta falacia es que ambas partes, la católica y la musulmana, desfilan juntas por causas tan liberales y modernas como el antiabortismo, rechazar la homosexualidad o la eutanasia. Querer desplazar el conflicto entre religiosos y laicos al de moros y cristianos es la nueva estrategia ideológica de la derecha.
Navegando por la red he encontrado un artículo muy interesante que no es sino una crítica a un texto publicado en
www.webislam.com, una especie de Hazteoir o Foro de la Familia musulmana. En ese artículo, como dice la autora que lo critica, se ensalza la diferencia religiosa, la identidad por encima del procedimiento científico, y lo que es más peligroso, se asimila la ciencia como producto de la cultura cristiana. Por tanto, este islamista antilaico piensa, en muchos aspectos, igual que mis amigos del ala dura del PP.
Reproduzco el artículo:
EL LAICISMO COMO AMENAZA
Ainhara. Foro de Ciencias Sociales, 3/XI/01
Sintética me ha pedido mi opinión sobre un artículo que podéis encontrar escribiendo 'quiebra de relaciones' en el buscador de la página
www.webislam.com.
Lo he leído atentamente y voy a hacer un comentario personal, a modo de resumen crítico. La idea central del texto se encuentra en el intento de restituir la identidad islámica dentro del mundo musulmán. Para ello, el autor comienza describiendo dicha identidad como una forma 'expresa o larvada'(sic) de solidaridad. Lo presenta como un rasgo particularista, pero tal cosa es absolutamente falsa: el cristianismo, por ejemplo, también se articula en torno a esa idea. Ese particularismo, que aparece como principal elemento integrador, es la base de lo que el autor subraya como el conflicto Estado-identidad islámica.
Esta pugna multisecular supone, según el texto, la búsqueda y reconstrucción de la identidad islámica, cuya reivindicación cultural es el derecho a la diferencia. Con este marco conceptual, lo que se propugna a continuación es el rechazo al modelo cultural occidental y, por ende, a su exponente más apabullante: la Ciencia. La ciencia vista ¡como estandarte judeocristiano! Aquí es donde el texto despierta las primeras risas o, siendo educados, las primeras perplejidades: pues, si algo es la 'ciencia occidental', es un proceso inconstante y farragoso de luchas y enfrentamientos (a veces a muerte) contra los prejuicios y tradiciones judeocristianas que cimentan los dogmas de la Iglesia católica.
Es más, si hacemos una reconstrución cabal de la historia, es erróneo hablar de 'ciencia occidental', pues ésta se nutre de aportaciones orientales y árabes hasta tal punto que insistir en su raigambre occidental resulta muy poco ajustado con la realidad. Como alternativa a la cultura 'imperialista' (sic), lo que el texto propone es el refuerzo de la identidad étnica (incluso con alusiones genéticas). Lo que emerge, entonces, es la idea de 'comunidad' (como algo horizontal) frente al Estado (como algo vertical). En este punto, subyace primero una visión idílica de la 'comunidad' y luego un punto de vista maniqueo de las relaciones de poder. Esta es una idea secundaria del texto que enlaza directamente con la idea principal: la satanización del poder terrenal, humano; su culpabilización (incluso bajo acusación de 'erotismo' (sic), en una curiosa manipulación de las tesis freudianas). ¿Cuál es la solución? Delegar todo el poder en Allah.
Después, ya metidos en harina ¡qué más da! -habrá pensado el autor-, trata de argumentar esta serie de patrañas con una ¡explicación marxista! Habla de las relaciones entre discurso y poder, de que, en efecto, todo poder encierra una estrategia discursiva, que se manifiesta en una dominación sobre el hombre. Por supuesto, alude a la dominación capitalista. Como medicina, nos recomienda la revelación profética (¡), el abandono de nuestro egoísmo (occidental, por supuesto) a favor de la comunidad. En última instancia, lo que propone es una negación de la autonomía del individuo en aras de los testimonios de los profetas (sic). De ahí pasa a enunciar la consecuente teoría del conocimiento, que se basa en la ceguera del hombre (sic) como modo más adecuado para alcanzar la sabiduría (una sabiduría revelada, claro). Repite que el otro tipo de conocimiento (el de tipo científico) es mentira, es un instrumento de poder; mientras el otro aparece como el de la salvación. Aceptar esto, concluye, supone revelarse contra las actuales relaciones de poder (de dominación). Y esa rebelión, esa lucha (yihad), ha de restituir el poder de Allah. Y luego, casi a modo de colofón, viene algo que ya no sé si es para reír o para llorar: la explicación de la 'yihad' como el equivalente al concepto de 'fuerza' en Nietzsche.
Alguien debería llamar a un Comisario del Guiness, porque a buen seguro Nietzsche tiene el record mundial absoluto de tergiversaciones y manipulaciones sufridas. Como opinión personal, si es que aún falta algo que añadir, considero que el texto es un ejemplo más de lo que algunos autores han llamado 'el miedo al laicismo'. A decir verdad, si modificáramos los términos árabes por otros al uso, el artículo dado bien podría haberlo firmado Milosevic, Vojtila o ¡hasta Josu Ternera! Lo que subyace es el temor a la modernidad, el recogimiento idílico hacia la comunidad tribal, las alusiones excluyentes a una identidad imaginaria, la lucha contra el Estado laico y sus élites burguesas.