Al alba...
Cuando recuerdo los primeros años de mi vida, en un piso de un barrio de Valencia, siempre suena de fondo la voz de terciopelo roto de Rosa León cantando "Al alba". Sí, es cierto, yo tenía cintas y algún disco que poníamos en un tocadiscos portátil con canciones infantiles de Rosa León. Mi madre, que por aquel entonces lucía una profusa melena negra de negro azabache y una chupa de cuero (y conducía un 600 que nunca olvidaré), me llevó a un concierto de ella, creo que en los viveros de la capital del Turia. Pero, por más que escuchase "al señor Martín-tín-tín" que tenía un "ratón-tón-tón", la canción que de verdad me intrigaba era "Al alba". Tal vez fuese por el recuerdo de mi padre, siempre volviendo a Málaga. Tal vez por las poderosas metáforas, "no sé qué estrellas son estas, que hieren como amenazas, y sé que sangra la luna al filo de su guadaña", que abren en la mente de un niño monstruos y esperanzas. Y nos quedábamos solos allí, mi madre y yo, refugiados en ese pasillo de frío de aquel piso. Y esa canción, que a mi madre tanto le gustaba, se quedaba como un enigma de sombras en mi imaginación, en esa casa en aquel barrio de Valencia:
"Los hijos que no tuvimos, se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores, parece que adivinaran
que el día que avecina viene con hambre atrasada...
Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga...
Quiero que no me abandones, amor mío al alba...
miles de buitres callados, van extendiendo sus alas...
¿No te destroza amor mío, esta silenciosa danza? ."
Hoy conozco el sentido de "Al alba". Algún día me encantaría decirle a Rosa León, que ahora es concejala del PSOE en el Auyuntamiento de Madrid, que al alba siempre suena su voz de rabia y cariño.